Cuéntase que, en una ocasión, Nasrudín caminaba tranquilamente por el campo, un día soleado. Mientras miraba
el paisaje, observó que, delante de él, otra persona también caminaba
en la misma dirección. En cierto momento, éste miró hacia atrás y
vio a Nasrudín a cierta distancia. Entonces, pensó: seguramente es
un atracador y está esperando la oportunidad para quitármelo todo.
En ese momento, empezó a correr despavorido.
Nasrudín que
lo observaba desde atrás con atención, al verlo correr de esa
forma, pensó: seguramente le ha pasado algo y necesita ayuda, y
entonces él también empezó a correr a toda velocidad. De esta
forma los dos corrían, por el campo, uno tras otro.
El primer hombre
ya no podía más y, en su debilidad, tropezó con una piedra, rodó
por el suelo y quedó medio atrapado entre unos matorrales. Se quedó
allí quieto y agazapado, con la esperanza de que Nasrudín no le
viera cuando pasara. Pero Nasrudín tropezó justo en la misma
piedra, rodó igualmente y fue a parar justo encima del hombre. Éste
gritaba:
-Por favor no
me hagas nada.
Nasrudín quedó
sorprendido, se quedó mirando a la otra persona y dijo:
-¿Sabes qué? Creo que tú estás aquí, por mí,y yo estoy aquí, por ti.
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