TIRO CON ARCO. Cuento Zen


Cuentan que había, una vez, un joven campeón de tiro con arco que, después de haber ganado varias competiciones, muy poseido de su invicta habilidad, desafió a un maestro Zen, ya anciano, conocido por su habilidad como arquero.

El joven arquero disparó, en primer lugar, demostrando una exquisita habilidad técnica al impactar en el mismísimo centro del blanco elegido, y, más aún, cuando partió esa flecha, en un segundo tiro. Volviéndose, jactancioso, al anciano, le dijo:
-¡Ahí lo tiene!, ¡vea si puede igualarlo!

El maestro, imperturbado y sereno, esbozó una sonrisa y un gesto de admiración y, en vez de sacar su arco, le hizo un gesto para que lo acompañara.

Intrigado por las intenciones del anciano, el campeón lo siguió, montaña arriba, hasta que llegaron a un profundo abismo cuyo puente, para cruzar al lado opuesto, era un tronco debil e inestable.

El maestro siguió caminando por aquel frágil y peligroso puente, ante la mirada atónita del joven que permanecía en la orilla, temiendo por la vida del anciano. Cuando llegó al centro, donde aquel rudimentario puente era más oscilante, sacó, con toda tranquilidad, su arco, señaló un árbol de delgado tronco elegido como blanco, tensó, con lentitud y aplomo, y disparó la flecha que impacó en tiro limpio y certero.
Hizo el camino de regreso y dijo al joven:
-Ahora es su turno.

El campeón miró aquel abismo sin fondo aparente. Le invadió el vértigo y el pánico, sólo de pensar en caminar sobre aquel inestable y deteriorado tronco.
El anciano maestro, notando el aprieto en que se encontraba su joven desafiante, le dijo:
-Usted tiene mucha habilidad con su arco, pero tiene poca habilidad con la mente que le permite disparar.

(De autor desconocido)

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