Lo esencial de este video no son las imágenes sino la profundidad del texto de la narración.
Por eso y a los efectos de poderlo saborear, en repetidas lecturas, transcribimos el
TEXTO ÍNTEGRO:
Para entender la dimensión filosófica y mística del taichi hay que centrarse en la antigua tradición taoísta cuya variedad de conceptos doctrinas y prácticas se reparten en incontables y variados textos a lo largo de los siglos, ya que provienen de una gran amplitud de escuelas diversas.
No vamos a explicar por tanto los aspectos técnicos y físicos de esta disciplina, sino las raíces intelectuales en las que se inspira el taichi y la base ideológica de su creación.
El Tai Chi representa la armonización de los opuestos y queda gráficamente representado por el símbolo del yin yang. Este equilibrio se produce en todas las cosas. En los ciclos de día y noche, en las estaciones, en la creación de la vida y, cómo no, en la salud física y mental, donde el cuerpo pasa del movimiento a la calma, de la vigilia el sueño y de la actividad a la relajación.
De igual manera la mente fluctúa de la alegría extrovertida a la tristeza introvertida, o de la máxima atención a la despreocupación más absoluta.
Según la concepción taoísta del universo y del ser humano, la energía surge como el equilibrio entre estos polos opuestos, y el desarrollo del ser humano se basa en la comprensión de la realidad con una alternancia entre estados que cambian continuamente.
Tomar conciencia de los cambios que se producen en el organismo permite encontrar el equilibrio que aporta salud corporal, energía vital y claridad mental.
El Tai Chi configura la dinámica que permite encontrar ese equilibrio en el cuerpo y también en la mente, plasmando en sus movimientos esos cambios continuos que se dan en la naturaleza, a veces suaves y fluidos como el viento y, otras, más bruscos y enérgicos, como una tormenta de primavera. A veces, dinámico y continuo como un arroyo y, otras, estático y silencioso como un árbol.
Y esa conciencia de los cambios, en el entorno y en el propio organismo, permite hacer los ajustes necesarios para tener una vida larga y saludable.
Desde esta perspectiva, el ejercicio físico busca más la suavidad y la flexibilidad que la fuerza y el endurecimiento, ya que como se expresa en el Tao TeKing:
El hombre es blando y flexible al nacer, pero cuando muere es rígido y firme.
Las plantas, cuando brotan, son tiernas y delicadas, pero, cuando mueren, están secas y marchitas.
Lo rígido y firme es la disciplina de la muerte.
Lo blando y flexible es la pauta de la vida.
El Tao es un principio inexpresable cuya dimensión es inabarcable para la mente humana, pues contiene todo y, desde éste, todo emana. Un camino a recorrer sin destino fijo, en el que la mente busca el vacío y la ausencia de intencionalidad, objetivos para que la conducta y las acciones se produzcan de manera espontánea, natural y en sintonía con el entorno físico y social en que se vive.
Aquí surge el enigmático concepto taoísta de la no acción o acción sin intención, donde el practicante busca reproducir, en todo lo que hace, una acción fluida y fácil en las relaciones humanas, en la interacción con la naturaleza, en el manejo de objetos o en el propio ejercicio físico, donde la práctica del Tai Chí representa la máxima expresión de ese principio.
Quien practica la nueva acción y se ocupa de no hacer nada paladea lo que no tiene sabor, ve el infinito en un grano de polvo y la abundancia en la escasez. A la amargura le contesta con dulzura. Busca lo fácil en lo difícil. Descubre la grandeza de lo pequeño.
La comprensión del yin y el yang de los opuestos está presente en todos los movimientos que se realizan; por ejemplo, siendo consciente de la pierna que soporta el peso, pero también de la que queda libre para poder moverse. Cuanto mejor canaliza el peso en la primera, mayor libertad de movimiento tiene la otra.
Lo podemos analizar en aspectos más sutiles: si realizamos un estiramiento, es importante la fuerza activa que debemos ejercer para posicionar el músculo en elongación, que sería la parte yang, pero más importante es la relajación pasiva que debemos inducir en ese músculo, para que se estire con eficacia, que sería la parte jim, y que solemos obviar en la concepción gimnástica occidental
Otro principio esencial del taoísmo es el vacío y, a este respecto, podemos leer en el Tao Te King:
Moderando el barro se hacen los recipientes, pero es su vacío interior lo que los hace útiles.
Puertas y ventanas se abren en las paredes de una casa, pero es el espacio vacío lo que permite habitarla.
La acción externa del Tai Chi persigue un vacío interno en el que la mente deje de enlazar pensamientos y repose en el flujo del movimiento corporal, como un ave que se deja llevar por las corrientes de aire caliente y planea con calma, desde las alturas, casi sin aletear.
El objetivo de la práctica no es adquirir una musculatura voluminosa e intimidatoria ni despegar una potencia que asuste a los posibles contrincantes. Cuanto más suaves y lentos son los movimientos más energía se adquiere y se desarrolla, pero sin intención de hacerlo, como un árbol que va expandiendo su ramaje, con los años, sin ponerse metas específicas que alcanzar.
Quien se pone de puntillas no conserva el equilibrio,
quién anda a saltos no puede mantener el paso,
quien quiere ser brillante no alcanza la iluminación,
quien busca la aprobación no se distingue.
El desarrollo del Tai Chi es un camino recorrido con la actitud y conciencia, sin alardes gimnásticos y sin necesidad de mostrar la fuerza que se adquiere. Una toma de tierra en la que, desde fuera, no parece haber esfuerzo y que sólo quienes profundizan sienten el trabajo interno que existe en la práctica.
Poco a poco se adquiere la destreza que es expresada de la siguiente manera por Chuan Sheng, otro de los grandes autores taoístas:
Entre fuerza y suavidad la mano encuentra y la mente responde. Es una pericia que no puedo expresar con palabras.
Este texto hace alusión al discurso de un carpintero explicando a su señor como tallaba las ruedas de los carros, y también expone la destreza que se adquiere con la práctica constante y que nadie puede enseñarte, pues has de encontrarla por ti mismo. Esta destreza (o kung fu) se puede aplicar a la práctica del Tai Chí, a la pintura, al dominio de un instrumento musical o a la elaboración de una receta de cocina.
Las raíces filosóficas del taichi se hacen explícitas en los textos atribuidos a Yang Cheng-Fu, en los que escribe:
El Tai Chi es el arte de ocultar la fuerza dentro de la suavidad, como una aguja envuelta en algodón. Tanto su técnica como su fisiología y mecánica implican bastantes principios filosóficos.
Entre los escritos de Yang Cheng-Fu, encontramos especificaciones técnicas, pero también una constante invitación al practicante a que investigue, ya que en el arte del taichi, no todo puede explicarse ni mostrarse fácilmente, sino que requiere un estudio sutil y profundo.
Entre los numerosos textos de los grandes maestros, se dejan entrever pinceladas de la actitud ante la vida que ha de mostrar el practicante de Tai Chi, cómo en el poema de Chen Wang-t'ing, fundador del estilo chen, donde expresa:
Las personas entienden la paz interior que adviene de no codiciar riqueza y fama. Que tus emociones sean apacibles como el río que, al atardecer de tu resistencia, se asemeja a las montañas y los ríos. El éxito no importa.
El encaje del Tai Chi en la sociedad moderna no es fácil . Vivimos en la adquisición de conocimientos de manera inmediata y por eso cada vez cuesta más implicarse en disciplinas cuyo aprendizaje es lento. Nos hemos acostumbrado a la recepción continua de estímulos visuales y auditivos externos y vamos perdiendo la conciencia de lo que sucede en el interior de nuestro cuerpo. Realizamos ejercicios monótonos y repetitivos con un exceso de desgaste energético sin percibir el manejo forzado al que podamos estar sometiendo a nuestras articulaciones, Y, luego, cuando aparece el dolor o la enfermedad, se lo achacamos a la mala suerte o aspectos genéticos que quedan fuera de nuestro control y, en definitiva, de nuestra responsabilidad
El camino del taichi es lento, sensible y de evolución variable. Solo en la constancia se pueden percibir los cambios significativos que su práctica produce en el bienestar corporal y en el aumento de la vitalidad.
Muchas personas hacen cursos de pocos días y creen que ya han hecho tai chi y que han asimilado la esencia de su práctica. Incluso hay quienes, tras un par de meses o tres, se creen capacitados para impartir clases. Pero cualquiera que haya profundizado en este antiguo arte sabe de su dificultad técnica y de la enorme concentración que implica desarrollarlo con pericia. Y mucho más profunda y sutil es la comprensión de su filosofía de raíces milenarias y que lleva al individuo a encontrar su ajuste e integración dentro del universo.
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