Nuestras vidas son una pequeña gota de agua vertida en el océano de la eternidad.
Vivimos nuestro átomo de tiempo asignado como si de una larguísima obra argumental se tratase, pero no es más que un frágil soplo de aire, una fracción de segundo perdida en el infinito al ocaso de nuestras vidas.
Borges dijo: “Sólo una cosa no hay. Es el olvido”. Pero, ¿podemos estar seguros de ello?, ¿tendremos recuerdo de nosotros mismos, de lo que fuimos, de lo que pensamos o amamos, cuando ya no estemos aquí y sea la muerte nuestro único señorío?
Nada o todo, esa es la gran pregunta hacia la que se dirige nuestro río de la vida, ¿hacia el mar o hacia el desierto?
Quizá lo mejor sea conservar la esperanza de no naufragar en el olvido.
La esperanza de ser algo más que cuerpo y mente en el tiempo físico.
La esperanza de formar parte de algo Superior que nos salve de la nada eterna:
el Ser,
la Consciencia Universal,
la Divinidad...
José M. Martínez Sánchez en Buscando la paz interior
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