PUERTA DE VAIVÉN

Shunryu Suzuki


Cuando practicamos el zazén, la mente se adapta siempre al ritmo de nuestra respiración. Al inhalar, el aire penetra en el mundo interior. Al exhalar, el aire sale al mundo exterior. 

El mundo interior es ilimitado, y también lo es el exterior. Se dice «mundo interior» y «mundo exterior», pero, en realidad, sólo hay mundo entero. 

En este mundo ilimitado nuestra garganta es como una puerta de vaivén. El aire entra y sale como cuando se pasa por una puerta de esa clase. 

Cuando uno piensa «yo respiro», el «yo» está de más. No hay ningún «uno» para decir «yo». Lo que solemos llamar el «yo» no es más que una especie de puerta de vaivén que se mueve cuando inhalamos y cuando exhalamos. Es simplemente algo que se mueve. 

Cuando la mente está bastante pura y calmada para seguir este movimiento, no hay nada, ni «yo», ni mundo, ni mente, ni cuerpo, sino simplemente una puerta de vaivén.

Cuando se practica el zazén no existe idea del tiempo ni del espacio. Quizás uno se diga «nos sentamos en esta habitación a las seis menos cuarto». De este modo, se tiene alguna idea del tiempo (las seis menos cuarto) y cierta idea del espacio (en esta habitación). Sin embargo, en realidad, lo que uno hace es simplemente sentarse y estar consciente de la actividad universal. Nada más. En ese momento, la puerta de vaivén se abre en una dirección y al siguiente se abre en dirección opuesta. Momento tras momento la persona repite la misma operación, sin la menor idea del espacio. El tiempo y el espacio son una misma cosa.

Del libro: Mente Zen, mente de principiante

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