...Hay un cuento maravilloso que relata la historia de un joven que entra en un monasterio, lleno de energía, con el propósito de llegar a la iluminación enseguida.
—¿Cuánto tiempo tardaré en iluminarme? —le pregunta al abad.
—Unos diez años —le responde éste.
—¡Diez años! ¿Por qué diez años? —dice el joven.
—¡Oh, en tu caso veinte! —contesta el abad.
—¿Veinte años, por qué? —pregunta el hombre.
—Vaya, lo siento, me he confundido... treinta años. —concluye el abad.
Si entiendes la moraleja de la historia, te darás cuenta de que el mero hecho de preguntar añade diez años.
En cuanto surge el pensamiento de «¿cuándo estaré preparado?», el tiempo comienza a existir. Como el tiempo comienza a existir, entonces te pones a pensar: «Probablemente tarde diez años, por lo menos, aunque tal vez no lo consiga nunca». ¿Adonde puedes ir para conseguirlo? Cualquier paso te llevará en otra dirección.
La mente se lleva una gran sorpresa con esto, pues se pasa la vida creyendo que la libertad, o iluminación, es una especie de acumulación y, evidentemente, no hay nada que acumular. Se trata de comprender lo que eres, lo que siempre has sido. La comprensión está fuera del tiempo, pues ocurre ahora o nunca.
En cuanto vinculas al tiempo tu idea de la iluminación, siempre dependerá de un tiempo futuro. Si tienes una profunda experiencia espiritual, quizá te preguntes: «¿Cuánto tiempo me durará esta experiencia?». Si insistes en la pregunta, seguirás vinculado al tiempo. Si sigues interesado en el tiempo y en las acumulaciones espirituales que puedas obtener en su transcurso, obtendrás una experiencia vinculada al tiempo.
La mente actúa como si lo que buscases no estuviese ya presente aquí y ahora. El ahora es atemporal. El tiempo no existe y lo paradójico es que no puedes ver lo eterno porque tu mente está atrapada en el tiempo. Así que te pierdes lo que ya está aquí.
¿Has sentido alguna vez que no te gustaba mucho estar aquí y que deseabas tener alguna experiencia eterna maravillosa? Cuando el maestro dice «quédate aquí ahora mismo», aunque no lo digamos solemos pensar así. Lo que sientes en tu interior es: «Estoy aquí y no me gusta. Quiero estar ahí, en la iluminación». Si tienes un maestro auténtico, te dirá que estás equivocado, que nunca has estado aquí. Te has pasado la vida en el tiempo, así que en realidad no has estado nunca en el ahora. Tu cuerpo estaba aquí, pero el resto de tu ser estaba en alguna otra parte. Tu cuerpo ha pasado por esto llamado «vida», pero tu mente ha pasado por lo que consideramos «mi fantasía sobre la vida» o «mi gran historia acerca de la vida». Te has quedado atrapado en una interpretación de la vida, así que en realidad no has estado aquí nunca.
La Tierra Prometida está aquí. La eternidad está aquí. ¿Te has dado cuenta de que nunca has dejado de estar aquí, excepto en tu mente? Cuando te acuerdas del pasado, en realidad no estás en el pasado. Tu recuerdo está aconteciendo aquí. Cuando piensas en el futuro, la proyección del futuro está aquí. Y cuando llegas al futuro, el futuro está aquí; deja de estar en el futuro.
Para estar aquí, lo único que tienes que hacer es desprenderte de la idea que tienes de ti mismo. ¡Eso es todo! Y entonces te darás cuenta de que «aquí estoy». En el aquí no crees en los pensamientos. Cada vez que vienes aquí no eres nada. Una nada radiante. Un cero absoluto y eterno. El vacío que está despierto. El vacío que está lleno. El vacío que lo es todo.
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Adyashanti en La danza del Vacío
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