En una ocasión, alguien que había ido a ver a Chuang Tzu, refiriéndose a un hombre del pueblo, le comentó, :
- Es un pecador, un hombre realmente malo, un ladrón - y estuvo criticándole en varios sentidos.
Chuang Tzu le escuchó, y luego dijo:
Luego llegó un segundo hombre (el primero estaba todavía allí sentado) y le dijo, refiriéndose al mismo hombre de aquel pueblo:
- ¡Es un excelente flautista!.
Y Chuang Tzu dijo:
- Pero es un ladrón.
Ambos que estaban presentes exclamaron:
- ¿Qué quieres decir?.
Chuang Tzu dijo:
-Sólo estaba equilibrando la cosa un poco; y además ¿quién soy yo para juzgar a nadie? Ese hombre es un ladrón y un buen flautista. Para mí no hay ni rechazo ni aceptación. Yo no hago ninguna elección. Él es lo que es. ¿Quién soy yo para juzgar o elegir un extremo u otro? Para mí no es ni bueno ni malo. Él es él mismo y sólo a él le concierne. ¿Quién soy yo para decir nada? Si digo algo es tan sólo para conseguir equilibrio entre vosotros dos.
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