Un día, dijo un maestro a sus discípulos:
-Soy pobre y débil, pero vosotros sois jóvenes, y yo os enseño: es deber vuestro, por lo tanto, conseguir el dinero que vuestro viejo maestro necesita para vivir.
-¿Cómo podemos hacer eso?- preguntaron los discípulos-. Las gentes de esta ciudad son tan poco generosas que sería inútil pedirles ayuda.
-Hijos míos, existe un modo de conseguir dinero, no pidiéndolo, sino cogiéndolo. No sería pecado para nosotros robar, pues merecemos más que otros el dinero. Pero, ¡ay!, yo soy demasiado viejo y débil para hacerlo.
-Nosotros somos jóvenes y podemos hacerlo. No hay nada que no hiciéramos por vos, querido maestro. Decidnos sólo cómo hacerlo y nosotros obedeceremos.
-Sois jóvenes, efectivamente, y es fácil para vosotros el apoderaros de la bolsa de algún hombre rico. Así es cómo debéis hacerlo: escoged algún lugar tranquilo donde nadie os vea, y luego agarrad a un transeúnte y coged su dinero, pero no lo lastiméis.
-¡Vamos, inmediatamente!-, dijeron los discípulos, excepto uno, que había callado y permanecía con la mirada baja.
El maestro miró a ese joven discípulo y le dijo:
-Mis otros discípulos son valientes y están deseosos de ayudarme, pero a ti poco te preocupa el sufrimiento de tu maestro.
-Perdonadme, maestro, pero el plan que nos habéis explicado me parece irrealizabe; éste es el motivo de mi silencio.
-¿Por qué es irrealizable?- preguntó el maestro.
-Porque no existe lugar alguno en el que no haya nadie que no nos vea; incluso cuando estoy solo, mi yo me observa. Antes cogería una escudilla e iría a mendigar que permitir que mi yo me vea robar.
A estas palabras, el rostro del maestro se iluminó de gozo. Estrechó al joven discípulo entre sus brazos diciendo:
-¡Me doy por dichoso, si uno solo de mis discípulos ha comprendido mis palabras!
Sus otros discípulos, viendo que su maestro había querido ponerlos a prueba, bajaron la cabeza avergonzados.
Y desde aquel día, siempre que un pensamiento indigno les venía a la mente, recordaban las palabras de su compañero: “Mi yo me ve”.
Fuente: Rincón delTibet
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