AUTOMASAJE



Los niños sienten la necesidad de explorar su cuerpo y disfrutan con las sensaciones que reciben a través de la piel. Con el paso de los años, este órgano sensorial deja de ser un punto de contacto con los demás y con el mundo para convertirse en una frontera. No se trata de una evolución natural. Es la consecuencia de relegar las necesidades íntimas a favor de otras prioridades. Puede llegar a ocurrir que solo nos acordemos del cuerpo al sentir un dolor.

Una manera de recuperar el tiempo perdido y dar al cuerpo lo que precisa es hacerse de vez en cuando un masaje, convencidos de que este regalo puede ayudar, cuando menos, a superar el desgaste cotidiano. El automasaje es también una vía para cuidar la salud, que estimula o relaja, favoreciendo así el buen estado de los sistemas nervioso, circulatorio, linfático e inmunitario. Además, aumenta el flujo de endorfinas, unas sustancias producidas por el propio cuerpo, que alivian las molestias y producen sensación de bienestar.

Tocarse en el lugar donde se siente una molestia es un acto instintivo, lleno de sentido. El estrés, el insomnio y la tensión, así como los dolores de cabeza, de espalda o en las articulaciones, pueden ser tratados eficazmente con unos instrumentos al alance de todos: las propias manos.

El momento y el lugar

Dedicar diariamente unos instantes a realizar sesiones de automasaje solo requiere un poco de disposición. Es una manera de disfrutar de un siempre bienvenido tiempo para reencontrarse con uno mismo. Es una técnica ideal para proporcionarse una dosis de energía inmediatamente después de despertarse y antes de ir al trabajo, o para relajarse después de la jornada y preparar el descanso nocturno.

El masaje puede realizarse tumbado, de pie o sentado, en función de las zonas que se deseen trabajar. En cuanto al espacio donde realizar la sesión, sirve cualquier lugar en el que se pueda estar cómodo sin ser interrumpido. Si se dispone de tiempo, se puede crear un ambiente agradable que favorezca el encuentro con el cuerpo.

Uno de los objetivos es distanciarse emocionalmente de los entornos rutinarios donde se han acumulado las tensiones. Escuchar música relajante, encender algunas velas, vaporizar aceites esenciales o tumbarse sobre cojines confortables son algunos de los factores que favorecen una atmósfera cálida.


Cabeza, hombros y brazos

• Lleva tus manos a la cabeza y deslízalas desde la frente hasta la nuca, repitiendo varias veces el mismo movimiento. A continuación, ejerce una ligera presión con los dedos sobre el cuero cabelludo, con un movimiento circular.

• Realiza un deslizamiento palmar en la nuca con ambas manos, comenzando en la parte superior de la cabeza y bajando con un roce firme hasta los lados del cuello, mientras llevas la cabeza hacia atrás y sueltas el aire poco a poco.

• Coloca una mano por encima del hombro, intentando alcanzar la espalda lo más atrás posible. Inhala profundamente y deslízala hacia delante, soltando el aire al tiempo que llevas el hombro hacia atrás.

• Deja la mano en el hombro y realiza sobre éste varias fricciones circulares y envolventes. Termina el movimiento deslizando la palma de la mano por el brazo, de arriba abajo.


Pecho y abdomen

• Coloca tus manos en el torso, una sobre el pecho y la otra en el abdomen. Realiza varios deslizamientos alternos, desde el pecho hasta por debajo del ombligo.

• Sitúa tus manos sobre el abdomen, formando un vértice, y realiza una fricción simultánea de ida y vuelta por encima de las ingles.

Costado

• Coloca una mano en la cabeza y, con la otra, realiza fricciones transversas en el costado opuesto, subiendo desde la cintura hasta la axila y viceversa. 

• A continuación, dándole a la mano forma de cuenco, haz unas percusiones suaves sobre ese mismo costado. Al acabar, repite este movimiento por el otro lado.

Zona lumbar

• Lleva tus manos hacia atrás, colocando los dorsos sobre la zona lumbar. Con movimientos circulares, realiza fricciones vigorosas en la parte baja de la espalda.

• Seguidamente, cerrando las manos en puño, golpea con suavidad toda la zona. Finaliza con unos roces suaves.

Piernas

• Coloca las manos envolviendo uno de tus muslos y realiza fricciones alternas desde la rodilla hasta la cadera. A continuación, cubre la rodilla con ambas manos y realiza una fricción con las palmas. Por último, coloca una mano en la corva y, con la otra, efectúa movimientos circulares en la rodilla.

• Sitúa las manos por debajo de la rodilla, cogiendo la pierna por el lado interno y externo. Realiza una fricción amplia desde la rodilla hasta el tobillo y viceversa.

• Repite el movimiento anterior varias veces. Acaba con un deslizamiento alterno de las manos sobre la pantorrilla, desde el tendón de Aquiles hacia arriba.

En la cara


• Primero con una mano y luego con la otra, fricciónate la frente de lado a lado entre seis y nueve veces.

• Fricciona la zona media, desde las cejas hasta la punta de la nariz.

• Haz lo mismo en la zona inferior, a partir de la nariz y hasta la barbilla.

En las propias manos

• Coge cada dedo por la primera falange (la más cercana al centro de la mano) y tira suavemente. La mano que tira rodea el dedo y se desliza hasta la punta.

• Repasa con el pulgar las zonas entre los tendones del dorso. Haz cuatro pasadas en cada surco.

• Apoya el dorso de una mano en los dedos de la otra y con el pulgar de esta, realiza pequeños círculos por toda la palma, incidiendo en el centro.

• Acaricia la palma con pases ligeros, empezando por las puntas de los dedos y terminando en la muñeca.


No hay comentarios:

Publicar un comentario