El universo y el cuerpo tienen energías que comparten. Para muchos es un tema lejano o difícil de entender. Pero en China los médicos y muchas personas del común son conscientes de este proceso, razón por la cual han desarrollado técnicas para buscar ese equilibrio. Con el mismo principio, hace más de 3.000 años, las dinastías Han del Este y Han del Oeste fueron precursoras de la llamada medicina tradicional china.
Una de sus técnicas de desarrollo es el qi gong, un tipo de gimnasia energética que busca la reconciliación con el ser mismo. Qi significa energía, y gong, disciplina. Según el médico Javier Buitrago, especialista en el tema, “el cuerpo está compuesto por varias clases de energía y éstas recorren todos los órganos por medio de canales y meridianos. Cuando éstos se bloquean aparecen las enfermedades físicas, emocionales y mentales”.
Para enfrentar estos desequilibrios, el qi gong aporta la práctica de ejercicios lentos y el control de la respiración, acompañados de meditación, para fortalecer el espíritu y permitir plena conciencia en las actividades que se realizan. El qi gong busca las razones de cada enfermedad. “No sólo existe la afección física, detrás de cada alteración hay un sentimiento que también se debe tratar. Ese es el éxito de esta técnica”, recalca el médico Javier Buitrago.
Esta práctica se desarrolla en Colombia desde hace 30 años. En un principio en parques y casas, y después se acuñó como fórmula para combatir el estrés. Hoy sigue cobrando fuerza entre decenas de personas que han comprobado su eficacia. La idea es manejar las emociones controlando la respiración y meditando para que las personas tengan claridad a la hora de las decisiones o en el momento de afrontar calamidades.
El qi gong hace que el paciente tenga otra perspectiva de la enfermedad y empiece a sanarse. Existen diversas técnicas: la que trabaja con sonidos y movimientos, y la que experimenta con la naturaleza y las cualidades de los animales. El coraje y la robustez del tigre, la serenidad y el porte del siervo, la firmeza y la solidez del oso o la elegancia y la velocidad de las aves. Con estos movimientos característicos de cada animal se fortalece el cuerpo humano.
Hoy su práctica aumenta entre los jóvenes. Héctor José Pinzón, por ejemplo, tiene 23 años y así resume sus efectos: “Desde hace seis meses he aprendido a manejar mi energía y a estar en paz. Además soy músico y ahora soy más creativo. La experiencia me ha llenado de paz”. La idea es que las personas “se vuelvan más amorosas y agradecidas, porque la disciplina y el amor pueden curar enfermedades”, concluye el médico Buitrago.
Fuente: Odisea Chi
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