Ser humano es estar relacionado. Como seres humanos, vivimos en relación con los elementos, el sol, la luna, las piedras de la tierra y todos los seres vivos. Pero, ¿qué significa “estar relacionado”, “vivir en relación con”?
Cuando utilizamos esta palabra, queremos decir por lo general un vínculo de alguna clase entre entidades individuales, objeto con objeto o sujeto con objeto. La palabra relación presupone aquí un estar separado, un unir unas fracciones con otras. Esta visión fraccional del estar relacionado es puramente conceptual. Es un producto de la mente y no tiene nada que ver con la percepción pura, con la realidad, con lo que es de verdad.
Cuando vivimos libres de toda idea y proyección, entramos en contacto real con lo que nos rodea. Hablando desde el punto de vista práctico, por consiguiente, antes de que podamos relacionarnos con nuestro entorno debemos saber relacionarnos con lo que está más cerca de nosotros, el cuerpo, los sentidos y la mente.
El único impedimento para la percepción clara de nuestro estado natural es la vigorosa idea de ser un individuo separado, de vivir en un mundo con otros seres separados. Tenemos una imagen de nosotros mismos. Esta imagen sólo se puede mantener en relación con otras cosas y, de este modo, hace objetos de cuanto nos rodea, amigos, hijos, cónyuge, inteligencia, cuenta bancaria, etc., y entra en lo que ella llama una relación personal con estas proyecciones.
La fantasiosa idea de un yo es una contracción, una limitación del ser real en su totalidad. Cuando esta noción muere, encontramos nuestra expansión, quietud y globalidad naturales sin periferia ni centro, sin exterior ni interior. Sin la noción de individuo, ya no hay sensación alguna de estar separado y nos sentimos en unidad con todas las cosas. Sentimos cuanto nos rodea como acontecimientos en irrestringida totalidad. Cuando nuestra pareja o hijos se van de casa o nuestra cuenta bancaria se desploma, es un suceso que tiene lugar en nosotros. La conciencia permanece constante.
Todo fenómeno, toda existencia es una expresión dentro de la globalidad y las variedades de expresión sólo tienen significado y relación a la luz del todo. Relacionarse es relacionarse con el todo. Puesto que no hay ningún encuentro de fracciones, en el todo no hay ningún otro. Hablando con propiedad, por tanto, en la perfecta relación no hay relación ni dualidad alguna; únicamente hay globalidad. Toda percepción apunta directamente a nuestro ser esencial, a la quietud, al no-estado natural que es común a toda existencia. Así pues, en la expresión humana, estar relacionado es estar en comunión con el todo.
En esta comunión, la así llamada presencia del otro se siente como un dar espontáneo y nuestra propia presencia es un espontáneo recibir. Ya no hay una sensación de falta ni, por consiguiente, una necesidad de pedir, porque sencillamente el recibir nos trae a nuestra apertura. Cuando vivimos en apertura el primer impulso es ofrecer.
El estar en apertura y el movimiento espontáneo de ofrecer es amor. Amor es meditación. Es una nueva dimensión del vivir.
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