(Enric Aulí, Gemma Muñoz y Jordi Fernández en la Revista Integral)
Desde tiempos inmemoriales, la mayoría de las personas necesitamos constatar que somos algo más que máquinas vivas. Para tener conciencia de esa realidad, hemos utilizado música, pintura, escultura, literatura, meditación, ayuno, estimulantes… También hemos buscado, de manera consciente o inconsciente, lugares dotados de una fuerza natural especial; espacios que nos hacen sentir alguna potencialidad de la que no somos conscientes en nuestra vida diaria. Son muchos los emplazamientos que las personas han utilizado desde hace milenios en esta búsqueda: Stonehenge, Old Sarum, Carnac y un larguísimo etcétera. Pero hay dos lugares con una fuerza especial: el Potala, en Lasa, y la catedral de Chartres. La razón de esta singularidad radica en que son los dos únicos sitios habitados del mundo en los que se cruzan las vibraciones telúricas de dos líneas dobles de oro.
La teoría de las vibraciones producidas por metales a alta temperatura que se hallan en el núcleo de la Tierra se basa en que dichos metales emiten, según la Ley de Plank, ondas energéticas de frecuencias específicas para cada metal. Estas ondas dibujan en la superficie de la Tierra un gran entramado de retículas correspondientes a las vibraciones de cada elemento. La mayoría de estas vibraciones son neutras o poco significativas para el cuerpo humano. Algunas son potencialmente perjudiciales (cuando resultan alteradas), como las del hierro y níquel, que se corresponden con las famosas líneas Hartmann y Curry. Otras nos son favorables y vienen claramente asociadas a los llamados lugares sagrados; y entre estas destacan las correspondientes a oro, plata y cobre.
La virgen negra
Deseando experimentar las sensaciones que se viven en un cruce de vibraciones doble oro, visitamos (Gemma y Enric) la catedral de Chartres. La fuerza del lugar es conocida desde antiguo, ya que en la época neolítica se construyó allí un dolmen dentro del cual había un pozo. Posteriormente, los druidas celtas tuvieron en el mismo emplazamiento una de sus escuelas de formación; a ellos se atribuye la leyenda de que depositaron en el lugar una virgen negra. Más tarde, los cristianos edificaron, sobre la gruta de la virgen, una iglesia que fue reiteradamente construida y destruida hasta llegar a la actual catedral medieval.
El aspecto exterior de la catedral es imponente y está lleno de simbolismos. Las dos torres frontales son diferentes, representando la Luna y el Sol, como se deduce de pequeños detalles colocados en sus agujas. La fachada parece algo extraña como consecuencia de que la original, a causa de problemas de estabilidad del terreno, fue desmontada y reconstruida avanzándola hasta el nivel de las torres, lo que le da una apariencia plana a la construcción. Otro aspecto que llama la atención es la orientación de la catedral. En este caso, no está orientada hacia el Este (como casi todas las iglesias cristianas), sino hacia el Noreste, para conseguir integrar dentro del recinto el máximo de líneas metálicas energéticas posibles y una corriente natural de agua subterránea. Gracias a ello, Chartres tiene en su interior una gran fuerza que notamos nada más entrar. Quizás fuese nuestra predisposición, pero cuando entramos en el interior del recinto desaparecieron de inmediato nuestros dolores articulares y nos invadió una gran sensación de plenitud; una sensación que, sin duda, querían conseguir los que construyeron esta maravilla. En el recinto destacan tres puntos de máxima energía hacia los que nos dirigimos: el altar, el laberinto y la cripta.
Cómo captar la energía
En el altar se cruzan las dos líneas doble oro y, además, dos líneas doble plata, creando un cuadrado mágico de 78 centímetros de lado. La fuerza energética del lugar se potencia con el cruce en el mismo punto de la corriente natural subterránea de agua y de catorce canales artificiales, igualmente subterráneos, que confluyen radialmente bajo el altar. El uso de estos canales artificiales fue muy utilizado por los constructores de catedrales para crear esta clase de atmósferas energéticas. La catedral de Santiago de Compostela, que por cierto está directamente conectada con la de Chartres mediante una de las dos líneas doble oro, también fue construida con catorce canales subterráneos confluyendo en el altar.
Para captar la energía del lugar, usamos varillas de radiestesista. No fue posible acceder al altar, pero sí que pudimos hacer un recorrido a lo largo del coro semicircular. En él hay cinco capillas radiales; por cada una de ellas, cruza una línea doble oro o doble plata. La prueba la hicimos con una sola varilla y detectamos cómo cada tres pasos giraba alternativamente a derecha e izquierda; en el ábside, la varilla hizo una tímida vuelta completa sobre su eje.
En el laberinto se cruzan una línea doble plata, una de mercurio y una de uranio. Se trata del único laberinto cristiano de iglesia conservado hasta nuestros días. Los laberintos en las iglesias fueron muy populares desde el siglo VI hasta bien entrada la Edad Media. Paulatinamente, fueron destruidos o quedaron ocultos. Se tata de laberintos univiarios, es decir, que siguen un único camino desde principio a fin. El de Chartres tiene 11 senderos anulares delimitados por ocho barreras que giran hacia atrás y hacia delante en el interior de los cuatro espacios creados por la cruz central. En la época de las cruzadas estos laberintos eran usados como alternativa al viaje a Jerusalén por los fieles que no podían desplazarse; podría decirse que eran una vía de iniciación. Los amantes de los simbolismos destacan que este laberinto tiene una longitud de 858 pies, que corresponde por simbología numérica a la palabra griega muesis que precisamente significa iniciación.
Fuente: Resvista Integral
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