MATRIARCAS ZEN




Patriarca es aquel destacado monje que asume la herencia espiritual de Buda como líder máximo de la Sanga y el linaje es la línea sucesoria que lo legitima, a través de la transmisión de maestro a discípulo de las enseñanzas y del Dharma. La idea de linaje en el budismo chan comienza hacia el siglo VII dC donde algunos tratados religiosos, como las numerosas obras llamadas «Transmisiones de la Lámpara» o las «Vidas de Eminentes Monjes», tenían como objetivo establecer una escuela legítima del budismo chino que se pudiera remontar hasta los orígenes indios. Como todas las tradiciones que se remontan siglos atrás, más de un milenio en este caso, hay que tener claro los mecanismos ideológicos con que se construyen las leyendas, como señala Philip Yampolski:

«La precisión histórica preocupaba poco los compiladores; se repetían viejas leyendas, inventaban nuevas historias y se reiteraban hasta que ellas también se convertían en leyendas.”

Pero, con rigor histórico o sin él, en sus inicios, se han convertido en listas ininterrumpidas de maestros y discípulos, una «línea de sangre» espiritual (kechimyaku) de hombres, que han destacado por su sabiduría, aportaciones intelectuales o por ser modelos de vida que conforman un corpus doctrinal de una riqueza inconmensurable. Sin los patriarcas del pasado no tendríamos hoy quien nos enseñe que el sufrimiento puede cesar.

Los sutras que narran la vida del Buda están llenos de mujeres que sobresalían por su comprensión del Dharma, que jugaron un papel de primer orden en la Sanga original. Mujeres que eran consideradas grandes maestras como la venerable Dhammadhinna, a quien Buda elogió como buddhavaca, como si hablara en su nombre. Mujeres que dominaban toda la Tipitaka, como en el siglo II d.C. lo hacía Kushan Buddhamitra. Si el budismo temprano parece haber sido una tradición muy amigable para la mujer, entonces ¿cómo es posible que las listas de los patriarcas sean tan casi exclusivas de hombres?

La Venerable Ayya Thery Tathaaloka ofrece una explicación :

Quizás, al principio, no era ni verdaderamente patriarcal ni matriarcal, pero, cuando el budismo se extendió, se mostró capaz de transformarse de acuerdo con los tiempos, lugares y circunstancias, […] incluso los más sagrados principios se vieron afectados, al negar  la reencarnación en el cuerpo femenino, el acceso al camino de bodhisattva y a la budeidad o, más tarde, incluso en el terreno del estatus legítimo a la vida monástica.

Con el paso de los siglos el budismo no se hizo inmune a la discriminación de género que imperaba en las sociedades donde sus adeptos vivían, la división del trabajo, de las relaciones de poder y jerárquicas, en función del sexo, que constituían el sustrato económico y social  que determinaron el marco ideológico donde los budistas construyeron su discurso. En el patriarcado nacieron los patriarcas.

Para el budismo, la dualidad hombre / mujer, más concretamente las discriminaciones en función del género, debería ser un problema falso, ya que ningún género tiene una existencia intrínseca e independiente, la naturaleza primordial de los fenómenos trasciende la noción de sujeto. Pero cuando la realidad mundana se impone a la teoría perdemos de vista esta unidad: la representación (mayoritariamente) masculina de los apellidos es una injusticia en tanto que discrimina a las mujeres y nos priva de modelos y referentes inspiradores. Esta separación entre hombres a los que rendir homenaje y mujeres ausentes no refleja la interrelación entre ambos géneros, nace de la ignorancia y genera sufrimiento.

La elaboración de listas de matriarcas no responde al interés de sustituir hombres por mujeres, sino a la reivindicación de la plena capacidad espiritual de las mujeres y de su papel en las jerarquías religiosas. Es una denuncia de cómo la ideología patriarcal ha modulado la representación del budismo. La vindicación de linajes matriarcales, como todo fenómeno, nace de una causa y cuando desaparezca la discriminación que la origina cesará; nos hemos dado cuenta que la klesha de la ignorancia está aquí presente y pretendemos erradicarla. 

Estoy bien segura que la demanda de cantar nuestras antecesoras es algo impermanente: vendrá un día que tendremos listas de patriarcas y listas de matriarcas, como también se tendrán de maestros no binarios o de trans(sexual)arcas. Y las Sangas cantarán a las personas sabias que transmitieron el Dharma.

(...)

Sofia Hannia Bengoetxea en su libro  Matriarcas zen, una mirada diferente

No hay comentarios:

Publicar un comentario