Clave 10: No se trata de cualquier sentimiento. Para que podamos crear, los sentimientos deben ser carentes de ego y juicio.
Los principios cuánticos nos dicen que
el sentimiento es un lenguaje para dirigir y enfocar nuestra
conciencia. Es un estado del ser en el que estamos, en vez de algo
que hacemos a cierta hora del dÍa.
Aunque
es obvio que la emoción es el lenguaje que reconoce la Matriz Divina,
también es aparente que no se trata de cualquier sentimiento. Si así
fuera, el mundo seria un lugar muy confuso, en donde la idea de una
persona quedaría imbricada con el concepto muy distinto de la otra.
El monje afirmó que la compasión es tanto una fuerza de la creación
como la experiencia que hace que podamos tener acceso a ella. Los
elementos mas profundos de la enseñanza sugieren que con el fin de
lograr la compasión, debemos considerar una circunstancia sin una
fuerte expectativa sobre lo correcto o lo incorrecto del resultado de
esa situación. En otras palabras, debemos percibirla sin juicios ni
ego. Y parece ser que precisamente esta cualidad de la emoción es la
clave para hablar con la Matriz Divina de forma que sea significativa
y efectiva.
Como
sugiere el físico Amit Goswami, se necesita mas que un estado normal
de la conciencia para hacer que una posibilidad cuántica se convierta
en una realidad presente. De hecho, para hacer esto, indica que
debemos estar en lo que describe como un "estado no ordinario de
la conciencia."...
El gran secreto para atraer a nuestra
realidad presente el enfoque de nuestra imaginación, creencias,
curaciones y paz, es que debemos hacerlo sin un fuerte apego al
resultado de nuestro agrado. En otras palabras, nos invitan a orar
sin juicio alguno sobre lo que debería
o no debería estar ocurriendo.
Quizá
una de las mejores descripciones de como experimentar este lugar de
neutralidad, lo encontramos en la obra del gran poeta sufi Rumi. Con
palabras sencillas, pero poderosas, nos dice: "Mas allá de las
ideas sobre lo que es correcto o incorrecto, existe un campo. Ahí me
reuniré contigo." ¿Con que frecuencia podemos decir que estamos
de verdad en el campo del no juicio de Rumi en cualquier momento de
nuestras vidas, especialmente cuando el destino de uno de nuestros
seres queridos esta en juego? No obstante, esta parece ser
precisamente la lección mas grandiosa de nuestro poder, el mayor reto
de nuestras vidas, y la inmensa ironía de nuestra habilidad de crear
en un universo participante.
Parece
ser que cuanto mayor sea nuestro deseo de cambiar nuestro mundo, mas
esquivo es nuestro poder para lograrlo. Esto ocurre porque lo que
deseamos esta a menudo basado en el ego. Si no fuera así, el cambio
no tendría tal significado para nosotros. No obstante, cuando
maduramos hacia el estado de conciencia en donde sabemos que podemos
alterar nuestra realidad, parece ser que se convierte en cada vez
menos importante para nosotros hacerlo.
Semejante
a como cuando deseamos tener un auto, por ejemplo, y luego al tenerlo
el deseo languidece, al tener la habilidad de obrar milagros de
sanación y paz, desaparece la urgencia por hacer que estos ocurran.
Esto puede ser porque cuando sabemos que podemos cambiar las cosas,
llega la aceptación del mundo tal como es.
Es
esta libertad de poseer el poder sin adjudicarle tanta importancia,
lo que nos permite ser todavía mas efectivos en nuestras oraciones. Y
aquí puede yacer la respuesta a la pregunta que formulan todos
aquellos que han meditado, entonado cánticos, recitado el OM, danzado
y orado por la recuperación de sus seres amados.
A
pesar de que sin duda alguna, todos estos actos estaban basados en
buenas intenciones, a menudo involucraban un profundo apego a la
curación de nuestros seres queridos. Conllevaban la creencia de que
era necesaria una recuperación milagrosa.
Y
si la sanación tenia que ocurrir, implicaba que todavía no había sido
llevada a cabo, si así fuera, no lo estaríamos pidiendo en nuestras
oraciones. Es como si al desear el resultado de la curación, los
esfuerzos por crearla estuvieran reforzando la realidad de que la
enfermedad estaba presente.
...
Con
este sentimiento, pasamos de la perspectiva que sospecha que estamos
simplemente experimentando lo que sea que llega a nuestras vidas, a
la perspectiva de que sabemos que somos parte de todo lo que es. Por
consiguiente, creamos un giro en la energía que puede describirse
como el clásico "salto cuántico." De forma muy parecida a
como el electrón de un átomo salta de un nivel de energía a otro, sin
moverse a través de los espacios intermedios, cuando sabemos
realmente que estamos hablando el lenguaje cuántico de nuestra
elección y no simplemente pensando en lo que podría ser, estamos en otro
estado de conciencia. Es este estado el que se convierte en el
espacio puro en donde comienzan los suenos, las oraciones y los
milagros.
De "La Matriz Divina" de Gregg Braden
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