CAMBIAR NUESTRA MENTE



Es una verdadera pérdida de tiempo y energía vivir toda la vida dedicados exclusivamente al efímero mundo del provecho material y del placer físico, porque antes de que nos podamos dar cuenta la vida ya ha pasado y la muerte nos ha quitado todos los bienes mundanos que con tanto esmero hemos adquirido.
Sería mejor dedicar al menos una parte de nuestra vida a cultivar el potencial infinito de la conciencia espiritual, que es lo único que nos llevamos con nosotros después de la muerte y que es tan enorme y grandioso como el Universo mismo. 


Si no cultivamos el conocimiento espiritual consciente necesario para llenar los requisitos de entrada en los dominios superiores, moriremos en la ignorancia y la confusión. La mente, engañada por los efectos acumulados de nuestras desorientadas actividades, impulsará ciegamente a nuestro espíritu a entrar una y otra vez en una nueva existencia corporal.

El cultivo espiritual es la mejor manera, la única en realidad, de “cambiar el mundo”, porque el mundo es lo que percibimos que es. Cuando las cosas no van bien en nuestros mundos individuales, solemos culpar al mundo en lugar de mirar hacia el interior de nuestras mentes para encontrar la solución a nuestros problemas, que la mayoría de las veces están causados por nuestros malos hábitos y actividades mal orientadas, tanto mentales como físicos. 


El cultivo de la conciencia espiritual mediante la práctica de la meditación va transformando poco a poco la manera como percibimos el mundo, va reordenando nuestras prioridades, ensanchando y equilibrando nuestros puntos de vista, clarificando nuestros pensamientos, pacificando nuestras emociones y remozando los colores de nuestros paisajes. Después de un tiempo se tiene la impresión de que el mundo ha mejorado mucho, cuando en realidad es nuestra conciencia la que ha cambiado, mejorando así la vista. Un antiguo adagio budista dice: “Si tu mente es pura, todo en tu mundo será también puro”.

El “desengaño del mundo” es una enfermedad de la mente, no del mundo; despejemos la mente de pensamientos funestos, eliminemos los temores paranoicos, pacifiquemos las emociones conflictivas, controlemos las pasiones, y el mundo será un hermoso lugar para vivir, porque el sufrimiento y el dolor sólo están en la mente del que los sufre, no son realidades malévolas de la vida. Es fácil culpar al mundo de nuestros problemas, pero de hecho somos nosotros mismos los que imponemos nuestros problemas a un mundo inocente porque somos demasiado perezosos e ignorantes para solucionarlos.

Por lo tanto, la solución a los problemas mundanos no es cambiar el mundo sino cambiar nuestra mente, y la única manera de cambiar la mente es conocerla, disciplinarla y controlarla, todo lo cual se puede conseguir fácilmente mediante la práctica regular de la meditación. 


Efectivamente, las reuniones cumbre entre los dirigentes de potencias rivales serían mucho más fructíferas y traerían al mundo una paz duradera si en lugar de sentarse alrededor de una mesa a hablar de los “problemas mundiales” desde sus puntos de vista contrarios, se sentaran juntos en cojines y meditaran hasta que sus mentes comenzaran a compartir la misma visión pacífica del mundo. Al cambiar la mente podrían cambiar el mundo para el bien de todos.

La vida es efímera, el ego y la personalidad individual se disuelven junto con la carne al morir, y los recuerdos personales se desvanecen, pero el espíritu primordial de la conciencia, la perla brillante del conocimiento puro que ilumina nuestra mente, es eterna, inmaculada, inmortal y está dotada de poderes inimaginables que se pueden despertar y utilizar gracias al desarrollo espiritual. 


Bien vale la pena dedicar un rato cada día a “sentarnos quietos sin hacer nada” para familiarizarnos con el rostro de nuestra mente, que es el único bien permanente y el único vínculo continuo con el Universo. Perder el acceso a ese bien y perder de vista ese vínculo, como hacen la mayoría de las personas nada más nacer, puede arrojarnos a una eternidad de caóticos renacimientos y transmigraciones en diversos y desagradables dominios de existencia, hasta que laboriosamente reunamos los méritos suficientes para volver a encarnarnos en un ser humano y tener la oportunidad de alcanzar la liberación espiritual.

Cada vez que nos sentamos a meditar, independientemente del estilo u objetivo del método usado, nos acercamos un poco más a la recuperación del acceso a nuestro espíritu primordial y un poco más al restablecimiento del vínculo espiritual directo con todo el Universo y todas sus fuerzas cósmicas.

Fuente y artículo completo en: Angelfire

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