Aunque la meditación es realmente muy sencilla, es fácil confundirse porque hay muchas descripciones de prácticas de meditación diferentes. Olvídese de todas, y simplemente siéntese tranquilo. Quédese muy quieto y relajado, y no trate de hacer nada. Deje que todo -pensamientos, sentimientos, conceptos- pasen por su mente sin prestarle atención. No trate de impedir esas ideas o pensamientos ni de estimularlos. Cuando uno siente que debe hacer algo durante la meditación, lo único que logra es complicar las cosas.
No interfiera la meditación. Una vez que usted aprenda a dejar que los pensamientos pasen inadvertidos, éstos se aquietan y casi desaparecen. Entonces, tras el flujo de pensamientos, experimentará una sensación que es la base de la meditación. Cuando se ponga en contacto con este sitio silencioso más allá de sus diálogos internos, tome cada vez más consciencia de él; simplemente descanse en el silencio, pues en este silencio no hay nada que hacer.
No interfiera la meditación. Una vez que usted aprenda a dejar que los pensamientos pasen inadvertidos, éstos se aquietan y casi desaparecen. Entonces, tras el flujo de pensamientos, experimentará una sensación que es la base de la meditación. Cuando se ponga en contacto con este sitio silencioso más allá de sus diálogos internos, tome cada vez más consciencia de él; simplemente descanse en el silencio, pues en este silencio no hay nada que hacer.
No hay razón para producir nada o para detener nada; deje todo tal como está. Cuando usted medita de esta manera simple, aceptando lo que pasa, la calidad de la meditación se hace más pronunciada y su experiencia más inmediata. Después de cada meditación, la claridad de esta experiencia permanece con usted y se fortalece con la práctica. La meditación viene naturalmente, como el sol matinal; la consciencia interior, una vez tocada, irradia naturalmente. Pero para encontrar esta consciencia interior se requiere práctica, así que es necesario reservar tiempo para la meditación. A medida que usted persevere en la práctica, un examen de su vida le indicará si está en la vía correcta y si su meditación es eficaz. Cuando en su mente crecen el amor y la paz, cuando sus emociones son estables y apacibles y su vida discurre suavemente, entonces usted sabe que está progresando.
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El sosiego interior que surge de la meditación mitiga el estrés de estas épocas de rápido cambio, en las cuales es tan fácil perder el sentido de la estabilidad y el equilibrio. Tratando de hacer demasiado en muy poco tiempo, nos agitamos y nos alteramos. Sin embargo, cuando nuestra mente está relajada y tranquila, la vida se vuelve sencilla y equilibrada, libre de extremos que nos trastornan. Cuando en nosotros reina el equilibrio, gozamos de salud; el cuerpo se relaja y la mente se halla en paz. Nos liberamos de las confusiones, las desilusiones y las ilusiones. Aprendemos a guiarnos por la experiencia de nuestra meditación.
Es verdad que para desarrollar la meditación, el camino más lento es el camino más rápido. Cuando cultivamos la meditación cuidadosamente, sin forzarla, los resultados siempre serán claros: aunque no nos demos cuenta del progreso diario, el progreso es estable. Esta vía no se asemeja al aguacero fuerte, que nos fuerza a buscar refugio, sino más bien a la nieve, que suavemente cubre la tierra. Haga que su meditación sea natural, abierta, no algo cohibido o forzado; así derivará experiencias de ella. Las experiencias en sí mismas no tienen tanto valor, pero pueden ser una extensión de la meditación: algunas experiencias pueden tocar las sutilezas de la mente y ayudar a clarificar la naturaleza de la existencia.
Hay que hacer de nuestra meditación algo más ligero. Así, cuando el dolor o la imagen del ego o cualquier otra cosa nos perturban, será más fácil superarla. Cuando nuestra meditación es algo pesado, ‘impuesto’, es posible que no progresemos. Esa pesadez que sentimos quiere decir que queremos que nuestra meditación sea de determinada manera. Queremos una condición, una sensación, una posesión, una identidad específicas, un nidito. Deseamos lograr algo, y ese deseo tiene una pesadez. Es algo restringido, estrecho, específico; está limitado por identidades, y, en consecuencia, el ego también está involucrado.
La levedad es transparente, como un cristal. No tiene un sitio especial, no pertenece a ninguna parte. La levedad es libre, como el Sol. En la meditación no hay consciencia de sujeto u objeto. No puede haber voluntad, porque no queda nadie que retenga nada. No hay orientación subjetiva. Se trasciende el sujeto; no queda más que la meditación, sólo la experiencia. Trate de desarrollar esa actitud.
Turku Tarthang, Abra Su Mente
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