Anthony
de Mello
Se
han hecho estudios interesantes sobre el lavado de cerebro. Se ha
revelado que le lavaron el cerebro a alguien, cuando adopta o
“introyecta” una idea que no es suya, que es de otro. Y lo
increíble es que esa persona estaría dispuesta a morir por esa
idea. ¿No es extraño?.
La primera prueba de que a una persona le
lavaron el cerebro e introyectó convicciones y creencias tiene lugar
cuando se atacan esas convicciones y creencias, se siente aturdida,
reacciona emocionalmente, Esa es una señal, – no infalible,
pero si una buena señal – de que se trata de lavado de cerebro. La
persona está dispuesta a morir por una idea que no fue suya. Los
terroristas o los santos (así llamados) aceptan una idea, la tragan
entera y están dispuestos a morir por ella.
No es fácil escuchar,
especialmente cuando uno se pone emocional con respecto a una idea. Y
aunque no se ponga emocional, no le es fácil escuchar; siempre
escucha de acuerdo con su programación, con sus condicionamientos,
con su estado hipnótico. Con frecuencia interpreta todo lo que se le dice en función de su estado hipnótico, o de su condicionamiento, o
de su programación. Como esta joven que está escuchando una
conferencia sobre agricultura y dice:
“Excúseme
señor, estoy completamente de acuerdo con usted con que el mejor
abono es el abono de caballo maduro. ¿Nos podría decir, que edad
debe tener el caballo?” ¿Ven en función de qué habla ella? Todos
tenemos nuestras opiniones, ¿no es verdad? Y escuchamos en función
de esas opiniones.
“Enrique, ¡Cómo has cambiado! Eras alto y
ahora eres tan bajo. Eras fornido y ahora eres delgado. Eras rubio y
ahora eres tan moreno. ¿que te pasó Enrique? Enrique dice: “Yo no
soy Enrique, soy Juan”. “Ah, ¡Cambiaste hasta de nombre!”
¿Cómo hacer que personas así escuchen?
Lo
más difícil en el mundo es escuchar, es ver. No queremos
ver.
¿Creen
ustedes que un capitalista quiere ver lo que hay de bueno en el
sistema comunista? ¿Creen ustedes que un comunista quiere ver lo que
hay de bueno y saludable en el sistema capitalista? ¿Creen ustedes
que un rico quiere mirar a los pobres? No queremos mirar, porque si
lo hacemos, podemos cambiar.
No queremos mirar. Si uno mira pierde el
control de la vida que tiene tan precariamente armada. Y, por eso, para
poder despertar, lo que más necesita uno no es energía, ni fuerza,
ni juventud, ni siquiera una gran inteligencia, lo que necesita, por
encima de todo, es estar dispuesto a aprender algo nuevo.
Las
posibilidades de despertar están en proporción directa a la
cantidad de verdad que uno puede aceptar sin huir. ¿Cuánta verdad
están dispuestos a aceptar? De todas las cosas que aman, ¿cuántas
están dispuestas a ver destruidas, sin huir? ¿Cuán dispuestos
están a pensar en algo que no les sea familiar?
La
primera reacción es el temor. No es que temamos lo desconocido. Uno
no puede temer lo que no conoce. Nadie teme lo desconocido. Lo que
uno realmente teme, es la pérdida de lo conocido. Eso es lo que
teme.
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