Entrevista a Swami Satyananda Saraswati, maestro de vedanta, realizada por Lluís Amiguet, en La Contra de la Vanguardia:
Y usted quién es?
-El Amiguet, de La Contra: quedamos en que vendría hoy.
No le he preguntado ni su nombre ni dónde trabaja, sino... ¿quién es usted?
-Me he leído su aventura en la montaña sagrada de Arunachala y en Cachemira...
Muy bien, pero ¿quién es usted?
Ya es un paso admitirlo. Yo lo di hace 37 años. Me fui a la India. No quería ser una más de los millones de personas que mueren cada día sin conocerse.
-Otros muchos viven así tan ricamente.
No son conscientes de quiénes son y por eso tampoco han conocido a nadie. Viven las vidas de otros: consumen productos ajenos; trabajan para otros; votan a otros...
... Y engrosan las audiencias de televisiones de otros... ¿Quiere vivir más y mejor? Empiece por apagar la tele y encenderá el cerebro.
-La tele relaja y hace compañía.
... No se relajará olvidándose, sino descubriéndose. Y cuando se conozca de verdad a sí mismo, jamás volverá a sentirse solo, porque usted es su mejor compañía, y cuando no necesite distraerse, ni entretenerse, ni que le distraigan ni entretengan, verá cómo otros acuden a su lado a disfrutar de su paz.
-¿Cómo empiezo?
Dese tiempo para indagar en su interior y empezará a adquirir una saludable distancia de lo que no es usted, sino sólo sus circunstancias, sus ambiciones, sus miedos...
-Yo pensaba que soy yo precisamente por mis atributos y mis circunstancias.
Si va penetrando en su interior a través de esas capas -edad, nación, empleo, cargos, propiedades, clase social...-, verá que usted no es la suma de todas ellas, sino al revés: usted es lo que queda al trascenderlas.
-¿Y si no me gusta eso que queda?
Su ambición y su odio; sus pasiones y mezquindades son como las de todos, pero su esencia es única en el universo. Al descubrirla podrá sentirse al fin libre sin depender de nadie. ¡Verá qué tranquilidad y qué goce!
-¿Cómo encontrarme?
A encontrarse no se enseña, se aprende. Los primeros pasos son racionales y puedo explicárselos como técnicas de concentración, pero se quedarán sólo en eso si después no logra transformarlos en una experiencia, una vivencia que te colma.
-Dice usted...
Lo experimento en mí mismo y he sentido esa alegría en los maestros, los swamis.
-¿El bienestar se contagia?
Igual que el ambicioso o el envidioso contagian su eterna insatisfacción a los demás.
-No dice nada nuevo: en el templo de Delfos ya se leía "Conócete a ti mismo".
Y ya hace 2.000 años que Sócrates fue al mercado y se maravilló: "¡Cuántas cosas que no necesito!". La mística universal ha seguido los métodos de autoindagación del vedanta milenario. Y siguen sirviendo.
-Algo así también enseña la Iglesia.
Yo no predico una fe; ni le pido que crea en nada. Pero sé que si persigue el dinero...
-No me pida un duro, que voy de cráneo.
... La admiración de los demás: ¡que le quieran! Nunca tendrá bastante. Porque esos deseos no son usted.
-¿Quién soy yo?
Sólo usted puede descubrirlo si se da tiempo. Quienes quieren que se lo dedique a ellos le dirán que lo pierde, pero usted se irá dando cuenta de que lo está ganando.
-¿No me aburriré?
Aprenderá a recoger los sentidos y aquietar la mente. No intente concentrarse en cada idea que le asalta, deje que pasen; que lleguen y se vayan, y observe el inmenso silencio que está detrás de todo pensamiento.
-¿Sin hacer nada?
A medida que profundiza en su introspección notará que su respiración se vuelve lenta y profunda y que va entrando en un espacio interior mucho más amplio.
-¿Cómo lo aprendió usted?
Descubrí el yoga en Barcelona en 1975 y sentí que removía algo en mi interior: leí el Bhagavad Gita y me transformó y a los 20 años -hace 37- me fui a la India, aprendí sánscrito y empecé a estudiar el vedanta...
-Tiene usted buen aspecto: mi madre diría que de no haber trabajado mucho.
Vivo.
-¿De qué vivía?
Los hindúes nos alimentaban a los yoguis de la montaña sagrada de Arunachala. La India se te abre si tú te abres a ella.
-Seguro que pasó hambre.
Alguna austeridad. Pero sólo con la presencia de mi maestro me reconfortaba.
-¿No se había fumado ni bebido nada?
La meditación no altera la conciencia, sino que la potencia y ensancha. Inténtelo.
-Yo tengo la suerte de trabajar.
Tome distancia y reflexione: no viva la vida de otros. No persiga lo que los demás decidan que usted quiere: no sufra por triunfar el triunfo que otros deciden. Sea usted.
-¿Y si no sirvo para meditador?
Usted puede ser el más ansioso y alocado de los hombres, pero también en su interior está el más juicioso, calmado y feliz. Dese tiempo y se encontrará.
Fuente: La Contra de la Vanguardia
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