“Sólo por sentarte como un Buda no te vas a transformar en un Buda. Te puedes forzar, pero la flama espontánea no va a surgir de esa manera. Así que trata de ser tú mismo, no trates de ser un Buda” – Rinzai.
“No trates de usar lo que aprendas del Budismo para ser un Budista; úsalo para ser una mejor versión de lo que ya eres” − Dalai Lama.
“No trates de ser un buda; sé un buda” Thich Nhat Hanh
Las ideologías estrechan nuestra conciencia a los márgenes preestablecidos de una doctrina específica, imponiendo un filtro que nos separa de la realidad inmediata. El riesgo de apegarnos a ideologías es a veces silencioso y difícil de advertir. A menudo sucede que creemos que nos hemos liberado de las ideologías, cuando en realidad lo que hemos hecho es cambiar una ideología por otra.
Cristo y Buda (y muchos otros maestros y maestras) han enseñado un mensaje universal de amor y unidad. En vez de quedarnos pegados adorando el dedo que apunta a la luna y perdiendo el tiempo precioso en luchas entre distintos “dedismos”, mejor miremos directamente a la luna y practiquemos el camino del despertar.
“Tratar de ser un Buda” implica hacer un esfuerzo por imitar y replicar en el propio cuerpo y mente la imagen mental que uno tiene de lo que es un buda...Tratar de ser un buda nos transforma en caricaturas de un buda, caminando lento, hablando suave, como con un cierto halo de rectitud y bondad. Sin embargo, todo esto nos dice poco acerca del estado de conciencia, la capacidad de presencia, autenticidad y la integridad de una persona. En cambio, “Ser un buda”, literalmente significa despertar, lo cual no tiene que ver con parecerse externamente al personaje histórico Siddharta Gautama; tal como despertar al Cristo interior no tiene nada que ver con mimetizarse con Jesús de Nazaret. El despertar es siempre desde la propia experiencia, desde el propio cuerpo, la propia mente y el propio corazón. Por eso la verdadera espiritualidad es siempre fresca y nueva, nunca una simple repetición mecánica de algo preestablecido.
HAZ ESTA PRÁCTICA:
Cuando notes que surjan en tu mente o en tus actitudes juicios automáticos sobre personas que en realidad no conoces bien, pregúntate con curiosidad:
¿De dónde viene este juicio?
¿Qué ideología está detrás de esta manera de ver a esta persona?
¿Me ayudan mis creencias a desarrollar mi mente y mi corazón, conduciéndome hacia una actitud más amorosa y tolerante con los demás?
¿Respondo con curiosidad y apertura o con enojo cuando alguien expresa creencias distintas a las mías?
¿Son mis creencias un apoyo a mi experiencia directa de la espiritualidad en mi vida, o más bien son un sustituto de la experiencia directa?
¿Están mis puntos de vista y mis creencias religiosas y espirituales al servicio de reforzar mi ego, o al servicio de trascenderlo?
No te desanimes por los resultados de tus respuestas, sino que, al contrario, puedes alegrarte ya que al hacer conscientes las ideologías implícitas podemos verlas con más objetividad, des-identificándonos de ellas, liberándonos.
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