LOS DIEZ MEJORES ALIMENTOS. Y los diez peores

Dr. Fuhrman


Los alimentos vegetales no refinados deben componer la mayor parte de su dieta con frutas y verduras en términos más altos en la escala de densidad de nutrientes concentrados por caloría.

AFLOJAR LA CUERDA

Antoni Aguiló Bonet en Diario de Mallorca



Ocho cosas antes de morir 
(y una que enseña a vivir)

Vivimos en una época en la que existir no basta: la vida se ha convertido en un imperativo productivo. Cada gesto debe rendir, cada instante generar valor.

TE VERDE "MATCHA"


El té verde Matcha es una variedad de té japonés con increíbles beneficios medicinales y propiedades curativas ideales para disfrutar de una buena salud. Descubre en qué consiste esta deliciosa bebida.

¿FORMA ESTO PARTE DE MI?


Cuentan que un hombre sufría con gran frecuencia ataques de ira y cólera, así que decidió un día abordar esta situación. Para ello se fue al encuentro de un viejo sabio con fama de conocer la naturaleza humana.

EL PERDÓN. Thich Nhat Hanh

El perdón es el fruto de la comprensión. ¡Es porque queréis perdonar que podéis perdonar! Podéis tener mucha buena voluntad para perdonar y sin embargo no podéis perdonar porque la amargura está allí siempre, el sufrimiento está allí siempre. Incluso si sabéis que el perdón sería apreciado, no podéis perdonar, incluso si tenéis una buena dosis de buena voluntad. Para mí, el perdón debería ser el resultado de la mirada profunda, de la comprensión. 

Sabed, durante los años setenta, ochenta, hemos recibido, en nuestra oficina de París, muy malas noticias de Vietnam y de los campos de refugiados. Una mañana, supe la historia de una pequeña, una “boat people” de once años. Ella había sido violada por un pirata, en el mar, y cuando su padre trató de interponerse, ellos le lanzaron al océano. Después de haber sido violada por el pirata, la pequeña se lanzó al agua y se ahogó. 
Estas son las noticias que recibimos por correo esa mañana. Recibíamos frecuentemente esta clase de noticias.

Yo estaba enfadado. En tanto que seres humanos, tenéis el derecho de estar enfadados, pero en tanto que practicantes, no tenéis el derecho de no practicar. 

No pude tomar mi desayuno, era demasiado para mí. Fui al bosque vecino a practicar la meditación caminando. Intenté entrar en contacto con los árboles, los pájaros, el cielo azul, para calmarme y comencé por sentarme y meditar. Y la meditación fue larga. 

Durante la meditación, yo me veía como un muchachito, un bebé, nacido en la zona costera de Tailandia. Mi padre es un pobre pescador, mi madre es una mujer que no ha recibido instrucción y la pobreza habita nuestra casa desde muchas generaciones y crezco en ese medio. Cuando tengo catorce años, ha debido ir al mar con mi padre para ganarme la vida. Era muy duro. Y cuando mi padre murió, he debido retomar esto. Había otro pescador que me dijo que había muchos “boat people” venidos de Vietnam y, muy a menudo, traían sus riquezas con ellos, como oro y joyas. Si nos podemos aprovechar sólo una vez, cogeríamos un poco de oro y saldríamos de nuestra eterna pobreza. Siendo un pobre pescador sin instrucción, me dejo tentar y le acompaño para robar a los “boat people”, y cuando veo a un pescador que tiene una relación sexual con una mujer, fui tentado de hacer lo mismo. Miré alrededor de mí, no vi policía alguna, ninguna amenaza, y me dije a mí mismo: “Pruébalo sólo una vez”, y me convertí en un pirata violando a una muchachita.

Ahora, supongamos que estáis en este barco y que tenéis un fusil. Me disparáis y muero. No me ayudáis. Porque en mi vida, nadie me ha ayudado jamás. Nadie ayudó a mi padre, a mi madre. He crecido como un muchacho sin instrucción. Toda mi vida he jugado con muchachos delincuentes. He crecido así, como un pobre pescador. Ningún político me ha ayudado jamás. Ningún educador me ha ayudado jamás. Nadie me ha ayudado jamás y es por eso que me he convertido en pirata. Si me disparáis, yo muero. 

Esa noche, durante la meditación, me he visto como pirata, como joven pescador convertido en pirata. He constatado que a lo largo de la costa tailandesa, esa noche, varios cientos de bebés han nacido y si hoy, nadie les ayuda a tener una instrucción, nadie les ayuda a tener una vida decente, entonces, pienso que esos cientos de bebés, en veinte años, serán piratas. 

Cuando vi esto, mi cólera hacia los piratas descendió en mí. He comenzado a comprender que si hubiera nacido como ese muchachito, en un pueblo de pescadores, me habría convertido en pirata. Ahora, si me disparáis, moriría. 

Cuando la comprensión entra en mi corazón, la cólera comienza a disiparse y en lugar de sentirme enfadado contra ese pescador, experimenté la compasión hacia él e hice el voto de hacer lo que estuviera en mi mano para ayudar a los bebés nacidos la noche última a lo largo de la costa tailandesa. Y la forma de energía llamada cólera se transformó en la energía de la compasión y esto fue posible gracias a la meditación. El perdón no habría sido obtenido sin esta forma de comprensión, y la comprensión es el fruto de la mirada profunda. Yo lo llamo meditación.


UNA CIUDAD, DOS NIÑOS, UN TRÉBOL Y UN RATONCITO

 



Esta historia pasó en un país como esos de los cuentos de Las mil y una noches, donde había una ciudad como Bagdad.


En ella vivía un niño cuya mirada parecía que era verde oliva.

Lo que se veía, casas, objetos, animales, su propia persona eran verdes.

También los otros, padres, abuelos, amigos y vecinos eran de ese color. Como si algo o alguien obligara a todo, y a todos, a tener el verde oliva como único color y razón de vida.

El niño siempre quiso asomarse al mundo.

Saber qué había detrás de ese alto muro que estaba en su calle.

Preguntó a sus padres, que le hablaron de otras cosas.

Preguntó a sus abuelos, que guardaron silencio y sólo le miraron.

Preguntó a sus vecinos, que entraron a sus casas y cerraron sus puertas.

Como nadie se lo decía, un día muy temprano, comenzó a caminar.

Descubrió que toda la ciudad estaba rodeada por el enorme muro verde.

Y caminó… y caminó…

El muro parecía no tener fin.

Pero, caminando a todo su largo, luego de un tiempo, encontró un hueco dejado por alguna bomba de la última guerra.

Miró por allí y descubrió que detrás había un hermoso jardín con azulejos de bonitas formas y colores, pese a estar destruido y en cenizas.

Incendiado, quizás por otras bombas.

Y, también, vio una larga calle que subía como llegando al horizonte.

En medio de aquellas ruinas del jardín, encontró que crecía un trébol. 
Abierto y radiante como un sol.

Y, asustado, cobijándose bajo las tres hojitas verde claro, estaba un ratoncito.

El niño le sonrió.

El ratoncito lo miró.

Y moviendo su pequeño hocico, se le acercó como si lo conociera. 
O como si lo hubiera esperado, seguro que venía a buscarlo.

El niño abrió la palma de su mano, donde  trepó el ratoncito.

El niño, con cuidado, lo guardó en el bolsillo izquierdo de su vieja chaqueta.

Luego, se acercó al trébol y, con un poco de tierra, logró recortarlo, con un trozo de metal que encontró por ahí, para sembrarlo en un lugar más propicio.

Subió por la calle que había del otro lado del muro.

Desde la ventana de un edificio bombardeado, una niña le gritó.

Cuando estuvo a su lado, el niño, que ya no era verde, le entregó el trébol.

La niña lo tomó en una de las palmas de sus manos, que había acomodado como una pequeña maceta, y lo acercó a su corazón.

Luego, le dio su otra mano al niño.

Ambos, tomados de la mano, como en el final de una película de Charles Chaplin, siguieron subiendo por la larga calle que llegaba hasta el horizonte.

Cargando el sencillo tesoro de un trébol y un ratoncito que, como ellos, sobreviven a la crueldad, la estupidez y la guerra de las personas grandes.


Fuente: Los cuentos que les cuento

LA MIRADA MÁGICA

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Se dice que los monjes iluminados (bodhisatvas) bendicen todo lo que ven… 

Cuando se logra transformar la mirada en bendición constante, se llega a la mirada mágica. 

EL HOMBRE SANTO. Cuento budista


Había, una vez, un hombre sabio y santo que vivía en una pequeña casa, en lo alto de una montaña de difícil acceso, en las proximidades de una aldea china. A pesar de su silencio y sencillez, se había propagado por la campiña su sabiduría y santidad.

Un hombre de la aldea decidió hacer el difícil viaje para visitarlo. Cuando llegó a la casa, vio a un viejo sirviente que lo saludó en la puerta, y le preguntó qué deseaba. 

- Quisiera ver al sabio hombre santo. 

El anciano sonrió y le indicó que lo siguiera. 
Mientras caminaban por el interior de la casa, el hombre de la aldea miró con impaciencia por todos lados, anticipando su encuentro con el hombre santo. Cuando se vino a dar cuenta, había sido conducido a la puerta trasera y sacado afuera. 

Se detuvo y se giró hacia el criado: 
- ¡Pero quiero ver al hombre santo! 

- Usted ya lo ha visto – dijo el viejo-. A todos a los que usted pueda conocer en la vida, aunque parezcan simples e insignificantes… véalos, a cada uno, como un sabio hombre santo. Si hace esto, entonces cualquier problema que usted haya traído hoy aquí, estará resuelto.

(autor desconocido)