ILUMINACIÓN

 



¿Es la iluminación un evento que sucede poco a poco, como el proceso de crecimiento de la luna en el cielo a lo largo del mes o como la acumulación progresiva del agua de lluvia, que llega a desbordar los ríos; o, por el contrario, ocurre súbitamente, como el alumbrar de una luz que es capaz de eliminar instantáneamente la oscuridad acumulada durante siglos? ¿Es la iluminación un evento o una experiencia temporal o es, por el contrario, una metaexperiencia situada más allá del tiempo?

El budismo distingue entre el sendero abrupto —o directo— que ejercita, en primer lugar, la sabiduría o la visión penetrante que, posteriormente, es estabilizada mediante los métodos de samatha o de concentración de la mente, mientras que entiende por camino gradual lo contrario, es decir, ejercitarse primero en la tranquilidad mental para adquirir posteriormente la sabiduría de la visión penetrante. Tilopa, una de las figuras más representativas del budismo tántrico, afirma:

«La medicina gradual es veneno para los seres predestinados al camino abrupto mientras que la medicina abrupta es veneno para los seres destinados al camino gradual».

Sin embargo, a pesar de que reconozca la existencia de los métodos graduales, la posición del budismo es claramente subitista, una posición que queda perfectamente ilustrada en la respuesta que, en el Sutra del Diamante, brinda el Buda a la pregunta de Subhuti, uno de sus principales discípulos, sobre el principal criterio al que han de atenerse las personas que aspiran a la iluminación:


En el caso de que alguien diga que el tathagata ha logrado la consumación de la iluminación incomparable, te digo de cierto, Subhuti, que no hay fórmula por la cual el Buda la lograra... Porque, Subhuti, no hay en realidad tal condición como el llamado estado búdico, porque el Buda enseña que todos los fenómenos están desprovistos de yo, desprovistos de personalidad, desprovistos de entidad...


Así pues, de acuerdo al budismo, el pilar teórico fundamental en que asienta la noción de iluminación abrupta es la no-obtención, una de las «tres puertas de la liberación» que marcan la naturaleza última de todos los fenómenos, siendo las otras dos la vacuidad y la inaprensibilidad. De hecho, estos tres principios van siempre unidos. La intención subyacente es que debemos renunciar a la misma idea de iluminación, aunque sin un esfuerzo deliberado por nuestra parte. 

Desde la perspectiva de la vacuidad, la iluminación está tan vacía de entidad o de existencia independiente como cualquier otro fenómeno. Sólo disfrutamos de la perspectiva correcta cuando renunciamos a todas las perspectivas y comprendemos que no podemos obtener nada nuevo que no poseamos aquí y ahora. No hay ningún estado nuevo que alcanzar. Cualquier condición o experiencia que no esté ya aquí es provisional y transitoria. 

Por eso, una de las principales aportaciones del budismo a la historia universal de la espiritualidad es la profunda deconstrucción que hace de la misma noción de estados, de experiencias y del yo que experimenta tales estados. A este respecto, afirma Padmasambhava en un texto titulado La liberación de la mente: «Cuando se encuentra al sujeto de la meditación, finaliza la meditación». Es decir, cuando se identifica al yo que medita o no medita, que sufre o goza, que se ilumina o es ignorante, se evapora el límite entre meditación y no-meditación, entre realización y no-realización.

De ese modo, mediante la iluminación incomparable —nos asegura el Sutra del Diamante— el Buda no logró absolutamente nada. En efecto, como acabamos de apuntar, toda nueva adquisición se halla sometida a las leyes del cambio y es algo que está condenado a desaparecer. Como explica Ramana Maharshi, el estado de conciencia absoluto nos acompaña todo el tiempo porque, de lo contrario, sería un estado condicionado, provisional y temporal. De ser así, sólo se trataría de un nuevo acontecimiento, de un nuevo producto en el tiempo, de otra condición mental pasajera y no de la conciencia atemporal donde se asienta la iluminación verdadera. Todo evento que tiene un origen en el tiempo, también cuenta con un final y, por esa razón, si la iluminación tuviese un origen en el tiempo, tendría también un final y, por tanto, sería un estado transitorio. La iluminación no es una experiencia más entre los posibles estados de la mente, sino la esencia misma de la mente y de cada una de nuestras experiencias. La iluminación nunca es una adquisición.

La iluminación no es un objetivo a alcanzar puesto que se circunscribe al eterno presente. En cierto sentido, la iluminación es una no-meta ya que, por definición, cualquier meta está emplazada en un hipotético futuro. Ningún esfuerzo personal deliberado es capaz de provocar la liberación porque, como reza el Evangelio: «Quien quiera salvarse, se perderá».

A pesar de lo que pueda parecernos superficialmente, la perspectiva de la iluminación súbita, instantánea o abrupta no es exclusiva de los sistemas meditativos orientales —como el zen y el vedanta, por ejemplo— sino que también encontramos nociones similares en el cristianismo y el sufismo. Así, por ejemplo, el texto clásico de la mística cristiana, La nube del no-saber, sostiene que la actividad contemplativa «no lleva tiempo, aunque algunas personas piensen lo contrario. En realidad es lo más breve que puedas imaginar, tan breve como un átomo». Y, unos párrafos más adelante, añade que «en un breve momento se puede ganar o perder el cielo», lo cual entronca con el dicho budista de que «un sólo pensamiento nos aboca al samsara y nos separa de la iluminación». La contemplación es, desde ese punto de vista, la actividad más simple que existe. En la denominada teología afirmativa existen grados y etapas, la teología negativa no admite grados ya que, según se postula, todo lo que no es Dios se halla a la misma distancia de él. En sintonía con lo anterior, Miguel de Molinos afirma en su Guía espiritual que Dios puede hacer recorrer las distintas etapas del camino contemplativo en un instante, porque «Dios no está atado a tiempos, sino que llama a cada uno cómo le parece y cuándo le parece».

Fuente: Yoga Natural


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