¿SOY ALGUIEN VENIDO A ESTE MUNDO?


Vivo en la certeza y en el sentimiento, compartido por todos lo que me rodean, de que soy alguien venido a este mundo, que tendrá que partir de él. Esa idea y ese sentimiento, por más colectivo que sea no es cierto. No he llegado al inmenso universo y a esta tierra de ninguna parte, ni iré a ninguna parte. Formo parte de este universo que se expande en espacios infinitos.
¿Parte? Toda división en objetos e individualidades está sólo en mi mente de pobre animal necesitado; todo eso no está en el universo. 

El universo es semejante a un inmenso océano. Los océanos no tienen partes separadas, ni están compuestos de partes o individuos. Todos los movimientos del océano, sean olas gigantescas o suaves chapoteos, son sólo el único océano. De forma semejante nosotros no somos una parte del universo, somos un leve chapoteo de las aguas del universo. Ninguna frontera me separa del universo. No soy una sección, una parte, un integrante del universo. Mi cuerpo, mis entrañas, mis ojos y oídos, mis sentidos todos, mi cerebro y todo mi pensar y sentir, incluso mi cultura, es el universo y nada más que el universo.

En mí aparecen unos rasgos poco frecuentes del universo, pero que son suyos y de nadie más. Mi hablar, mi sentir y pensar son rasgos suyos. Nadie hay frente a él que pueda decir “esto es mío”. Mi cerebro, con su capacidad de hablar, sentir y pensar, es suyo. El lo construyó, él lo desplegó, él lo mantiene en funcionamiento. Incluso él es el testigo de ese funcionamiento. Él escribe estas líneas. No hay nadie en el universo que pueda atribuirse nada, ni decir “yo soy”. Todos los “yo”, son él, como todas las olas del mar son sólo el mar y nada más que el mar.

Puesto que las cosas son así, puedo observar en mí (él observa en sí) los rasgos esenciales de ese universo de cúmulos de galaxias, de pluralidad de universos: es, y es al modo de la conciencia. Aunque no sea propiamente una conciencia porque “conciencia” es un término antropomorfo. “Eso que es” lo veo en la intimidad de mi conciencia; y lo que veo no son los rasgos de la conciencia y del sentir de un sujeto, sino que lo que veo es la conciencia y el sentir del universo, de “lo que es”.

Soy el lugar donde se hace patente el ser y algo así como conciencia de que están tramados los universos, sus formaciones estelares y planetarias, la historia de la tierra y de la vida, cada uno de los vivientes, árboles, arbustos, plantas, flores, animales y hombres. No soy una conciencia y una inteligencia venida a este mundo. Soy la conciencia y la inteligencia de este mundo. Soy el testigo de que todo está tramado de ser y de inteligencia. Y el testigo de ese Ser-Conciencia de todo, no es nadie sino el mismo Ser-Conciencia. En mí, insignificante ola de los mundos, “lo que es” se reconoce como “lo que es”: Ser-Conciencia.

En todo lo que veo, veo mi propio ser. Y mi propio ser sólo es otra manera de ser de todo lo que veo. Yo soy todo eso. Y fuera de todo eso, no hay ningún yo. Entre la inmensidad y yo no hay ninguna frontera, porque soy la inmensidad. Entre mi cerebro, mi conciencia y esta inmensidad, no hay ninguna frontera, porque mi cerebro y mi conciencia son de esta inmensidad y son esta inmensidad. Nadie viene a este mundo y nadie se va de él, porque todo es sólo él.

Y cuando hablamos de mundo, de universo y de esta inmensidad, no hablamos de conceptos cosmológicos, hablamos de la noticia clara e íntima de ese “Ser-Conciencia” que todo es y que yo soy. Hablamos de él y de mi conciencia, porque nada hay frente a él que pueda decir “mío”.

Marià Corbí  en Silencio desde la mente

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