EL HASTÍO DE LAS PALABRAS. Hablando con Zhao Laoshi



Aquella mañana, finalizados los ejercicios de Taichí, cuando los alumnos se marcharon, maestro y discípulo se sentaron en un banco del Parque, al pie de un cerezo en flor, a tomar un té que el maestro Zhao traía, como en otras en ocasiones, en su típico termo chino de cristal doble
. Huang Ji, en su ansia de saber, como siempre, inició la conversación refiriéndose a un tema al que venía dando vueltas varios días.

- Maestro, el otro día, cuando hablamos de Sentir la Respiración, habló de lo poco que nos sirve conocer ideas maravillosas y pensamientos sublimes, si no los ponemos en práctica. A veces me pregunto ¿debería limitarme a mis ejercicios y dejar de leer, de asistir a conferencias, de preguntar incluso?.

- No debemos despreciar los conocimientos. Piensa en lo útil que puede ser una información. Reconocerás que, en un momento determinado, quizás recibiste ideas o información que dieron un impulso muy práctico a tu vida, que te llevaron a la toma de determinadas decisiones y a la realización de prácticas que te están ayudando en tu crecimiento. Mi llamada de atención era a que no deberíamos quedarnos en los maravillosos discursos y en las melodiosas palabras. Las palabras tienen fuerza transformadora y activan nuestros sentimientos, pudiéndonos llevar al conocimiento profundo de nosotros mismos.

- Siempre que no sean sólo palabras. Hay ocasiones en que siento que me hastían las palabras, maestro. No me refiero sólo a las ocasiones en que alguien habla y habla ( o escribe y escribe) con incontinencia verbal, sino también a cuando las palabras se convierten en la manifestación de nuestros conocimientos o información, pretendiendo dar una imagen de lo mucho que valemos o sabemos.

- Dice el Tao Te King: "Los eruditos no son sabios, los sabios no son eruditos" y "El sabio enseña sin palabras". A veces, pretendemos enseñar, pensando que son nuestras ideas lo que tenemos que transmitir, y usamos palabras, muchas palabras, bellos discursos capaces de arrancar fuertes aplausos. Estamos confundidos cuando pensamos que crecer y ampliar nuestra consciencia consiste en acumular información o conocimientos. Te comprendo cuando dices que hay ocasiones en las que sientes el hastío de las palabras. Mira que bien lo describe el Tao Te King. "Demasiado color ciega el ojo, Demasiado ruido ensordece el oído, Demasiado condimento embota el paladar"

 Todos los excesos acaban dañando. Demasiadas palabras hastían, evidentemente. Las palabras en sí, no. Siempre es necesario buscar la justa medida en todo. Ya conoces nuestro dicho chino: la madre naturaleza nos ha dotado de dos oídos y una sola boca, por lo tanto, debemos escuchar el doble de lo que hablamos. Cuando queremos expresar un sentimiento, una emoción, podemos hacerlo con palabras, pero no siempre son necesarias y, a veces, son contraproducentes. Más importante que aprender a hablar es aprender a hacer silencio. 

- Conozco personas que, buscando el silencio, se han apartado a una cueva, en una montaña perdida, o se han encerrado en un Monasterio. ¿Es el silencio patrimonio de unos privilegiados?

- No. El silencio, al igual que la palabra, está al alcance de todo aquel que lo aprende. Para aprender a hacer silencio no es necesario recluirse. En una cueva, en un Monasterio, consigues apartarte del ruido externo que es el más insignificante y fácil de obtener, porque te llevarías el saco de los pensamientos y de los sentimientos a cuestas. El más difícil de aprender es el silencio interno, el silencio de las ideas y, sobre todo, el silencio de las emociones. Y se aprende, indiscutíblemente. A base de ejercicio, como todo. 

No busques atajos, no existen. 
No pretendas recetas rápidas, no hay. 
La receta que conozco es: ejercicio, constancia y tiempo. Aplícala a la meditación estática o dinámica, en sus distintas modalidades, todas aceptables. Aplícala a la práctica del Chikung, del Taichí, del Yoga, o de cualquier otra práctica que te lleve a la paz interior, al encuentro contigo mismo, a adentrarte en ese valle del silencio de tus ideas y emociones. 

Al principio, el aprendizaje tendrá que estar regulado por un tiempo mínimo que te parecerá mucho. Conforme vayas entrando y saboreando tu silencio, el tiempo irá detrás del ejercicio, pareciéndote siempre poco. Todo arte necesita de su tiempo para poder dominarlo. El silencio es un arte, hablar, sin hablar, es un arte que parece imposible, y requiere su tiempo. Si te ejercitas en ese arte, dicen los sabios taoístas que tu verdadera naturaleza interna reemplazará tu personalidad artificial, dejando aparecer la luz de tu corazón y el poder de la sabiduría del silencio.

Siguió un largo silencio. 
Tomaron el té, reposadamente, con la vista perdida en el lago. 
Había llegado el tiempo de callar, de dejar de pensar, de tan solo saborear, mirar, oler, el tiempo de sentir y hacer con la naturaleza.


J L

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