-Maestro Zhao, en un texto denominado taoísta sobre El Arte de no Hablar, he leído: “Ocúpate de ti mismo, no te defiendas. Cuando tratas de defenderte en realidad estás dándole demasiada importancia a las palabras de los otros y le das más fuerza a su agresión”. No estoy de acuerdo, maestro, ¿cómo no me voy a defender de agresiones verbales o del tipo que sean?. Si la persona que me agrede está en un error, debo sacarla de él. Mi silencio podría interpretarse mal. ¿No cree?.
-Me parece bien tu actitud crítica y rebelde, Huang. No debes aceptar los consejos, sin más. Ni siquiera los míos. No hay verdades absolutas, debemos ser críticos y selectivos.
Según mi entender, lo que la frase a la que te refieres nos dice es que defenderse de la agresión es darle una importancia que quizás no la tuviera para el agresor. Las palabras agresivas u opiniones emitidas sobre nosotros que no son de nuestro agrado, con frecuencia, no son tales, sino una percepción errónea nuestra. La fuerza de su agresividad esta en proporción directa a la importancia que les da el agredido. Lo realmente preocupante no es la intención, basada en error o no, del supuesto agresor, sino el sentimiento que nace en nosotros al escucharlas: la importancia que tu les das. Ninguna palabra, ni tan siquiera el insulto, puede ser agresiva sin que sea recibida como tal por el agredido o insultado.
En mi opinión, y por lo que he practicado y vivido, puedo afirmar que merece la pena poner en práctica ese consejo de “no defenderse” que, bien entendido, lo considero sabio. Bien entendido, porque no se trata de reprimir tu defensa, esto no funcionaría. Si no te defiendes, verbalmente, pero emites tu respuesta -con posible agresividad- en tu mente, es igual o peor, por la fuerza y el alcance de los pensamientos y por el nacimiento en ti de un posible sentimiento de ira contenido. Sólo cuando tu “no defensa” venga de dentro de ti, de tu “no necesidad de defenderte”, desde la serenidad, es cuando tu actitud será eficiente. Es como una manifestación del conocido principio de la filosofía taoísta de “No Hacer (wu wei)”.Que no quiere decir “no hacer nada”, sino hacer las cosas de forma natural. Es como el crecimiento de las plantas, que no hacen ningún esfuerzo por crecer, simplemente crecen, desde dentro.
Esta forma de actuar no puede improvisarse, ni tan siquiera nace de un razonamiento concienzudo. No es una cuestión de mente, sino de corazón. Nuestro quehacer no consiste en trazarnos un programa, con unas normas de conducta virtuosa o socialmente bien aceptada, y seguir su cumplimiento. No, hemos de ir más allá: trabajar, día a día, movilizando y renovando nuestra energía, con la ejecución de nuestros ejercicios, hasta conseguir que, de forma espontanea, inconsciente incluso, nuestro buen hacer fluya desde la armonía.
-Entiendo, Laoshi. Es una gran meta. ¿Quiere esto decir que hasta que no consiga esa serenidad en mi comportamiento no debería poner en práctica el consejo mencionado de no defenderme?.
-No. Tampoco es eso. Se aprende a caminar, caminando. Es como montar en bicicleta. Mientras estás aprendiendo, tienes que atender a muchos factores: el manillar, los pedales, los frenos, y, ante todo, guardar el equilibrio. ¡Que difícil, al principio!. Después, cuando tu mente dejó de ocuparse de las cosas que tenías que hacer, cuando se hizo espontáneo el movimiento, vino la fluidez, tu identificación con la bici. Cuando la bicicleta pasó a formar parte de ti, cuando se convirtió en una prolongación de ti mismo, ya estaba conseguido: sabías montar en bicicleta, desde dentro. El aprendizaje estaba interiorizado. Así ocurre en todo aprendizaje. ¡Qué difícil parece aquello de “Permanecer feliz y sereno, bajo cualquier circunstancia”!. Y lo es. No nos engañemos. Lo entendemos. Lo deseamos. Soñamos con su consecución. Sólo nos falta interiorizar su aprendizaje. Habrá circunstancias que nos tiren al suelo, por no saber sortearlas o frenar a tiempo. No importa. Volvamos al ejercicio, con constancia. El saber nos viene de dentro, está en ti, en mi, en todos y cada uno. Ya saldrá. Una pedalada detrás de otra, a buen ritmo, sin prisas, con la vista puesta en el camino a seguir, guardando el equilibrio contigo mismo.
- Gracias, maestro Zhao.
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