VACACIONES DE UNO MISMO. Hablando con Zhao Laoshi


Pasadas las vacaciones, Huang Ji estaba ansioso por retomar las prácticas con el maestro Zhao Laoshi, en el Lu Xun Park de Shanhai. Madrugó para poder abordar al maestro que tenía la costumbre de hacer un corto y reposado paseo por el Parque antes del comienzo de las prácticas. Esta vez, sin pretenderlo, entabló una fluida conversación con el maestro de la que quedó muy satisfecho.

-Buenos días, Maestro Zhao, ¿qué tal las vacaciones?
-Buenos días, Huang. Mis vacaciones bien, muy bien. No he viajado ni he hecho muchas cosas extras, pero he dedicado más tiempo del habitual a estar conmigo, en la lectura, en la reflexión, en los ejercicios de chi kung y tai chi, en la meditación, en la contemplación de la naturaleza, en la comunión con la vida, en el silencio. ¿Y las tuyas?

-Me alegro por usted, maestro. Yo no podría decir lo mismo. Me suele ocurrir que, en vacaciones, al romper con el programa y horarios habituales, hay muchos días en los que no encuentro tiempo u ocasión para hacer los ejercicios y reduzco considerablemente mis prácticas.
-En realidad el sentido de las vacaciones es dejar de hacer lo que venimos haciendo habitualmente, Por vacaciones entendemos un descanso, una interrupción, un cortar con algo que hacemos o vivimos de forma habitual. Tomamos vacaciones del trabajo, principalmente, por ser el quehacer más habitual y común. Tomamos vacaciones de la ciudad y vivienda habitual, cuando podemos, porque se trata de cambiar, de hacer algo diferente, de estar en otro ambiente,  en otro sitio distinto, a ser posible – que no siempre resulta así- divertido y relajado, o viajando. También acostumbramos a tomar vacaciones de los compañeros de trabajo o profesión, por considerar un error pasar las vacaciones con los colegas que te pueden mantener enganchado a la rutina, impidiéndote cortar. Y los hay que se toman, además, vacaciones de la familia, incluso de la pareja. Se trata de romper con la rutina, durante un tiempo que, cuando se consigue, se suele hacer muy corto. 
¿Sabes, mi querido Huang, cuales serían unas magníficas vacaciones? Las vacaciones de uno mismo.

-No se si le entiendo. ¿Se refiere a descansar de uno mismo ? Vacaciones de si mismo o de uno mismo... ¿Eso cómo se hace, maestro?
-Suena extraño ¿verdad? El trabajo, la ciudad, la casa, los compañeros, la familia, la pareja..., son cosas concretas, están ahí, sabemos qué hacer para descansar o alejarnos de ellos. Pero ¿qué es o quién es ese uno mismo, si mismo, mi mismo, tu mismo, yo mismo..., o como le quieras llamar? Sí, habría que definirlo, conocer aquello de lo que queremos tomar vacaciones, de lo que queremos vacar. Es necesario saber quién es ese mi mismo que tanto espacio ocupa, al parecer, y del que se impone descansar, de cuando en cuando.

-¿Quien es exactamente? Me da que muy diverso ¿no?
-Para entendernos podríamos clasificarlo y referirnos, en primer lugar, a un mi mismo muy necesitado de vacaciones que es ese yo con el que me identifico, creación mía o aceptación de lo que otros han creado para mi o en mi. Es la imagen que tengo de mi, lo que creo que soy, que está en estrecha relación con lo que los demás creen que soy y con la imagen que quiero que los demás tengan de mi. Un mi mismo hecho de "roles"; por ejemplo, un yo profesional, social, político, económico, religioso, padre, hijo, esposo, amigo etc. En la elección de cada rol, en cada una de ellas hemos optado por una forma de ser que hemos incorporado a nuestro yo. Y hemos construido una imagen, un yo integrado por las distintas formas de comportamiento, una imagen que presentamos y queremos que sea recibida por los otros, en especial, por aquellos que han de valorarme y quererme. De este yo mismo hay que tomarse vacaciones, seguro. Unas vacaciones que nos lleven a examinar y saber qué hay de auténtico en nosotros.

-Tomar vacaciones de este yo mismo es complicado. Implica alejarse de las circunstancias o personas con quienes ejercemos esos roles. Se impondrían unas vacaciones en solitario. Se me ocurre lo que algunos amigos mios han hecho en España, y parece que con éxito, el Camino de Santiago, por ejemplo.
-Bueno, no es cuestión tan sólo de poner tierra de por medio y ya está, no. Si en las vacaciones del trabajo, por ejemplo, hay personas que, por mas lejos que se vayan, no logran desconectar, mucho más en estas pretendidas vacaciones de uno mismo que lo llevamos puesto.

-Cierto. Pero viene bien para observar cuál es nuestro comportamiento cuando nos alejamos de las personas o circunstancias ante las que tenemos que ejercer un rol determinado, cuando desaparece la presión del comportamiento que nos hemos impuesto.
-Hay otro yo mismo precisado urgentemente de vacaciones. Es un mi mismo que pesa mucho, nuestro yo negativo. El yo hecho de miedos, de rencores, de suspicacias, de ira, de intransigencia, de odios, de pesimismo, de desaliento, de tristezas, de obsesiones, de desprecios... o de esas otras cosas que tu bien sabes, en las que estás pensando y que forman parte de ti, mal que te pese. Emociones o sentimientos negativos contra los que nos pasamos la vida luchando y que no conseguimos sacudir de nuestro mi mismo, como si formaran parte de su esencia. Esas emociones que se encuentran dentro de nosotros, no sabemos dónde ni por qué, como fieras agazapadas que saltan, incontroladamente, de forma desproporcionada, ante determinadas palabras o actitudes ajenas. Son ese yo mismo del que, más que vacar de cuando en cuando, nos gustaria librarnos de una vez por todas, de un hachazo.

-¡Vacaciones de mi yo mismo feo! ¿Que hay que hacer?, ¿ dónde hay que apuntarse?; ¿a dónde hay que ir?.
-No hay que ir a ninguna parte. Ese yo mismo que se nos muestra tan feo no es algo de lo que podamos apartarnos, huir. No, no es tan sencillo. Ese yo mismo que se me hace tan odioso, que no se como ha llegado hasta mi, lo más probable es que se haya formado a partir de determinados gestos, de apariencia tonta o insignificante, que se me quedaron grabados, allá por mi infancia o niñez, y que escapan a mi control. Son como esos archivos ocultos de nuestro ordenador que ralentizan o impiden el correcto funcionamiento, pero que no somos capaces de eliminar, porque desconocemos su identidad o cómo y dónde localizarlos.

-Y que la única forma de hacerlos desaparecer es haciendo un reseteo general de nuestro ordenador, limpiando la memoria acumulada.
-El símil nos sirve. Hay personas que reciben un golpe en la cabeza y, al quedarles dañado el hemisferio izquierdo de su cerebro, pierden su identidad, no recuerdan quienes son, no saben nada de si mismas, pierden su si mismo, en todas sus dimensiones. Algo parecido -y más conocido por todos, por su lamentable abundancia- es lo que ocurre a los enfermos de alzeimer. Es decir, mi mi mismo está ligado a mi memoria. Es algo hecho de recuerdos. Pertenece a ese pasado que ha dejado de existir, salvo para mi. O sea, que es un montaje, algo no objetivo, inexistente, sustentado tan sólo en mis recuerdos. Fuerte conclusión, ¿no? Sí, da que pensar.

-Es evidente que si mi mi mismo depende de mi memoria, al dar vacaciones a la memoria se queda con ella, descansa. ¿Cómo dar vacaciones a la memoria?
-Dar vacaciones a la memoria, llevar los recuerdos al silencio, no es fácil, requiere entrenamiento. Sabemos, todos lo hemos comprobado en algunas ocasiones, que hay trabajos, deportes, ejercicios, juegos, prácticas, que requieren toda nuestra atención, que nos concentran tanto, nos abstraen, hasta tal punto que perdemos la noción del tiempo y de nosotros mismos, y que, cuando estamos inmersos en ellos, aunque nos hablen no nos enteramos. Cuando estamos en esa intensidad de concentración, entra en silencio la memoria. Entregarse a esas prácticas, ejercicios, deportes o quehaceres, los que cada uno sabe, es abrir la puerta a las vacaciones de uno mismo. Es un entrenamiento que merece la pena.

-Eso mismo nos vale para nuestros proyectos y sueños de futuro, para dar vacaciones a ese otro mi mismo ocupado en lo que tengo que hacer mañana mientras se escapa la vida. No es así, maestro Zao
-Cierto, así es. Ese otro yo mismo del futuro, el de los tengo que, entra también en estado vacacional, cuando nuestra mente se concentra o cuando entra en estado de reposo.

-En realidad quien necesita de frecuentes vacaciones es nuestra mente.
-Si, nuestra mente, esa parte de nosotros mismos tan nuestra. Que no es algo ajeno a quien culpar, no. Cuando nos referimos a la mente como una parte de nosotros mismos, dándole cierta independencia, nos equivocamos. Nuestra formación dualista nos lleva a pensar en ella como en algo autónomo, como algo distinto de nuestro cuerpo, de nuestro corazón, de nuestro sentir. Pero mi mente soy yo, lo más esencial de mi mismo. Y a ese mi mismo tan esencial tenemos que enseñarlo a tomar vacaciones frecuentes, como bien dices, para que otro mi mismo, más esencial aún, salga de su letargo aparente, de su marginación impuesta, y tome las riendas de nuestro hacer, ser y vivir.

-Se refiere e nuestro ser interior, ¿no?
-Llámale así, para entendernos, aunque es tan interior como exterior. Es el ser que todo lo es y lo es todo, el que transciende mis límites, el que me identifica contigo y con los demás seres que somos la naturaleza, el que me aproxima al Universo, al Infinito. Que no está dormido sino apartado de nuestra consciencia, esperando entrar en ella para aportarnos felicidad. Es ese ser divino que soy y que se me muestra en mis momentos de elevada vibración que siento oyendo determinada música, practicando chi kung o tai chi, abrazando un árbol, centrado en el cantar de un riachuelo, en el susurro de las estrellas en la noche clara, y en estado de meditación.

-Veo que las vacaciones de uno mismo tendrían como meta alcanzar un mayor estado de consciencia de ese otro uno mismo, precisamente. Y como esas vacaciones no tienen por qué coincidir con el período vacacional, debería iniciarlas ya, para compensar el abandono que lamentaba al principio de comienzo de nuestra conversación.
-Si, pero no te excedas en tus exigencias. Has pasado unas vacaciones como debían ser. Si no has practicado puede que haya sido porque no lo necesitabas o porque necesitabas no practicar, precisamente. No lo lamentes, pertenece al ayer. Debes darle vacaciones a tus exigencias, a tu intolerancia contigo mismo. Te recomiendo un sitio para que te vayas de  vacaciones, siempre que puedas: es una extraña y maravillosa tierra denominada Autoaceptación. Quiérete mucho como eres, te lo mereces, amigo Huang. Y que nadie te quite la alegría de vivir, tu tampoco.

-Gracias, maestro, una vez más.

J L

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