NUERTE Y VIDA




La muerte es el síntoma de que hubo vida

Hablar sobre la muerte en nuestra sociedad suele ser algo tabú, ya que es un tema que causa rechazo, miedo y angustia a muchas personas. Sin embargo, la muerte es la esencia misma de la vida, es la verdad a la que todos nos enfrentamos antes o después y está constantemente presente en nuestra existencia.

Dependiendo de la creencia que tengamos acerca de la muerte, así viviremos. Esta idea que nos formamos dice mucho de nosotros y de cómo nos situamos ante nuestro propio camino. Ya sea a través del miedo, del aprendizaje, la eternidad, el castigo, la recompensa e incluso la creencia de que no habrá nada y que morir da fin a todo.

“La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos.” 
Antonio Machado

El misterio de la muerte

Lo que sucede cuando llega el momento de morir ha sido en todas las culturas un misterio, la construcción de creencias está fuertemente arraigada a la religión, los rituales, la espiritualidad, filosofía, etc. La ciencia ha hecho muchas investigaciones al respecto dejando tras de sí muchas incógnitas.

¿Existe la vida tras la muerte? 

Nos aferramos a pensar que existe algo, una energía que trasciende, ya sea en forma de reencarnación o de habitar otra dimensión. No sabemos muy bien lo que ocurre, aunque lo cierto es, como dijo Immanuel Kant, que todo individuo tiene una necesidad de creer en algo para dar un sentido a su existencia.

¿Qué nos sucede cuando alguien cercano muere? 

La idea de perder a un ser querido es algo que puede resultar aterrador, se vive con un gran dolor, una perdida que nos pone a prueba y nos hace tener más presente la muerte.

Por unos días somos conscientes de lo efímero que es todo, que nada es permanente. Y nos topamos de frente con la realidad, dándonos cuenta de lo absurdas que son muchas de nuestras preocupaciones.

“La pálida muerte lo mismo llama a las cabañas de los humildes que a las torres de los reyes.” Horacio


Tomando conciencia de lo inevitable

La idea de que vamos a morir cobra su máximo sentido cuando nos ayuda a reflexionar sobre el valor de la vida. Tomar conciencia de lo inevitable supone un proceso de maduración en el que nos encontramos con nosotros mismos.

No sabemos lo que sucederá cuando llegue, a pesar de nuestra fe y creencias. Lo que sí sabemos seguro es que llegará el momento en el que nuestra forma de vida, tal y como la conocemos, se transformará. Ser conscientes de ese momento nos hace ver la vida de un modo más realista, disparándonos de bocajarro al momento presente.

“La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.”
Jorge Luis Borges

Al tomar conciencia, también surgen los temores hacia ese fin desconocido, aunque este paso nos ayuda a enfrentarlos cara a cara, para que ya no nos dominen de forma inconsciente, sino que lo tenemos presente para poder tomar así nuestras propias decisiones. Si atendemos a lo simbólico que contiene la muerte entenderemos su significado de renovación, de una creación constante de energía.

¿Es la muerte distinta de la vida?

Lo que sí sabemos es que morir forma parte de la vida, de hecho es de las pocas cosas que podemos afirmar con rotundidad. Creemos que el hecho de morir pone fin a todo lo conocido: es así como intentamos construir puentes entre lo conocido y lo desconocido basándonos en nuestras creencias.

Una de las claves está en las enseñanzas acerca de este tema que nos dejan los moribundos (persona que está a punto de morir), cuando se les pregunta sobre sus vidas, nos hacen recordar que lo único que tenemos es lo que estamos vivenciando en este preciso momento, y hay que hacer lo posible por vivirlo con toda su plenitud.

“Para el alma la muerte es tan importante como el nacimiento y, como este, un elemento integrante de la vida. No se tiene el derecho de preguntar al psicólogo lo que acontece finalmente con la conciencia desligada. Sea cual fuere la posición teórica que adoptara, sobrepasaría sin esperanza los límites de su competencia científica.” Carl Gustav Jung

El famoso psiquiatra Carl Gustav Jung dedicó reflexiones muy profundas acerca de la muerte: las personas cuando viven con miedo al fallecimiento se petrifican, muriendo antes de tiempo, ya que no viven pensando de acuerdo a las líneas de la naturaleza.

FELICIDAD (Y PRIVILEGIO) DE AYUDAR

Juan Arnau en El País del día 3/10/2024



Guarden los políticos los puñales, no le toquen un pelo a esta calamidad, que se ciñan a poner de su parte lo imposible, porque aquí se trata de ayudar a gente de carne y hueso, no de engatusar a votantes. Con vosotros, con los de siempre, con las almas hermanas, sabemos que contamos. (Vicente Gallego, poeta y vecino de Catarroja)


Viernes de todos los santos, tres días después de la catástrofe, con un balance demoledor y todavía provisional. Recorro a pie los diez kilómetros que van del norte de la ciudad de Valencia a Catarroja, donde vive mi amigo el poeta Vicente Gallego. Llevo pan de molde y dos garrafas de agua. Me cuenta por teléfono que están sin suministro de luz y agua desde el martes. El espectáculo es sobrecogedor. Miles de ciudadanos, cargados con bolsas de comida, botellas, escobas, palas, cubos y cepillos, se dirigen desde la ciudad hacia las zonas afectadas por la catástrofe. Mientras los políticos se tiran los trastos a la cabeza, una marea de personas anónimas camina durante horas hacia los pueblos afectados para ayudar a limpiar y desescombrar. Cargan con suministros de primera necesidad. Son sobre todo grupos de jóvenes, algunas familias y algún que otro solitario. Nadie les ha dicho qué tenían que hacer. Se han coordinado a través de grupos de mensajería y redes sociales. Han distribuido mapas de acceso y todos van a pie, algunos con carritos de la compra, otros en bicis y con la mochila bien cargada. Una auténtica movilización ciudadana decidida a erradicar el lodo, los escombros y la maleza que ha traído el temporal. Todo el mundo aquí en Valencia conoce a alguien afectado por la tragedia y la ayuda oficial ha tardado demasiado en llegar. Una solidaridad espontánea y autogestionada que hace recordar las palabras de Machado: “En España, lo mejor es el pueblo. 

Siempre ha sido lo mismo. En los trances duros, los señoritos invocan a la patria y la venden; el pueblo ni la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva. En España no hay modo de ser persona bien nacida sin amar al pueblo”.


En las calles de Massanassa todavía se respira el hedor de la tragedia. El escenario es apocalíptico. Algunos tractores de la Unió Llauradora i Ramadera colaboran despejando las calles, retirando vehículos, cañas y barro. Los vecinos quitan como pueden el lodo y sacan a la calle todo tipo de enseres en descomposición. Impresionan los coches apilados, que la tromba de agua ha convertido en autos de juguete, balsas flotantes, cabalgata de chatarra y plástico. La megafonía del Ayuntamiento local reclama a los vecinos que no saquen la basura y hace un llamamiento solicitando material sanitario. La gota fría ha arrasado todo el comercio local. A la entrada del pueblo encuentro un Lidl saqueado, donde solo han dejado unas cuantas latas de cerveza.


Se suele decir que lo único seguro es la muerte. Es falso. La muerte es una posibilidad, allá en el futuro. Lo único seguro es que estás vivo ahora, mientras lees. La única verdad, la única seguridad es el sentido de la presencia, aquí y ahora. Y esa presencia se ha transformado en estos días en solidaridad. Pepe Cervera, escritor y vecino de Alfafar, lleva tres días sacando agua del sótano de su casa. Ha tenido que tirar más de dos mil libros, todos son ahora papel mojado. En la montaña de cajas por desalojar asoma un poemario: Las aguas detenidas. Pepe es bravo y se lo toma con humor.


En un grupo de scouts que camina a mi lado se comenta que hay pueblos, como Alcudia, donde todavía no ha llegado la ayuda. Los accesos están cortados y les hace falta de todo, sobre todo comida, agua potable e instrumentos de limpieza. Hay brillo en sus miradas. No puedo evitar recordar el poema de Tagore, tan celebrado, que todos hemos visto en alguna parroquia, comuna o sindicato:

 “Dormí, y soñé que la vida era alegría. Desperté, y vi que la vida era servicio. Serví, y vi que el servicio era alegría”,


Mientras avanzamos pienso que la felicidad es siempre un efecto secundario. Los budistas lo sabían bien. Śāntideva, un monje del siglo octavo, escribió una frase que, desde que la leí, ha estado rondando mi cabeza. “Todos los atormentados de este mundo lo son por el deseo de ser felices. Todos los dichosos lo son por el deseo de que otros lo sean”. 


La búsqueda de la felicidad, tan desesperada y comercial, no hace más que traer desgracias al mundo. 


La felicidad, como saben los taoístas, es algo que ocurre espontáneamente, mientras uno hace otra cosa. Es un efecto indirecto de otras actividades. Buscarla directamente resulta un error estratégico. Si esa otra cosa que uno hace es ayudar, entonces allí aparece, como por arte de magia.


HECHOS INCONTROVERTIBLES


Cuenta la leyenda que, con frecuencia, los discípulos de Buda se lamentaban de que había acontecimientos o hechos que no podían modificarse o incluso se esforzaban por cambiar situaciones inevitables y luego, al no conseguirlo, se quejaban de que así hubiera sido.