APRECIAR LA BELLEZA


Era una mañana fría, helada, del  mes de enero.

Había un músico callejero en la entrada del metro “L'Enfant Plaza”, en la ciudad de Washington. Comenzó a tocar su violín, y así, estuvo interpretando su música durante cerca de una hora.
Para empezar, J. S. Bach, luego el Ave María de F. Schubert, música de M. Ponce, de J. Massenet y, de nuevo, Bach.

Eran casi las 8 de la mañana: Hora punta. Pasaban cientos de personas, casi todos camino a sus trabajos.

A los 3 minutos, un hombre de avanzada edad reparó en el músico. Aminoró su paso, se paró por unos segundos, y emprendió de nuevo el paso.

Un minuto más tarde, el músico recibió su primer dólar: sin parar, una mujer lanzó un billete hacia la caja del violín.

Unos minutos después, un individuo se paró unos instantes a escuchar, pero al mirar su reloj empezó de nuevo rápidamente a andar… se le estaba haciendo tarde.

El que prestó mayor atención fue un pequeño, de unos 3 años. Su madre lo cogió y tiró de él, pero el pequeño seguía escuchando al violinista. Finalmente, su madre lo cogió fuertemente y siguieron andando. El pequeño, ya puesto en marcha, seguía mirando al músico con la cabeza vuelta hacia él.

Durante esa hora que el músico tocó, tan solo hubo 7 personas que pararon para escucharlo brevemente.

En su conjunto, logró reunir ¡32 dólares! Nadie reparó cuando el músico dejó de tocar. Nadie lo aplaudió. Entre las 1000 personas que pasaron por delante de él, nadie lo reconoció.

Nadie pensó que Joshua Bell era el violinista, uno de los mejores músicos del mundo. En esos pasillos del metro tocó una de las más difíciles partituras que jamás se hayan escrito, y todo ello con un Stradivarius de 1713, valorado en ¡3 millones y medio de dólares!

Dos días antes de este acontecimiento, ya no quedaban entradas a la venta para su concierto, en el Teatro de Boston. Las entradas costaban ¡casi 100 dólares!

Esta actuación de incógnito en la estación de metro de Joshua Bell, fue organizada por el Washington Post para investigar la percepción, el gusto y las prioridades de la gente.

Éstas eran las preguntas:

• ¿Podemos en un ambiente cotidiano, a una hora inusual, apreciar belleza?

• ¿Nos pararíamos para apreciarla?


• ¿Podemos reconocer talento en un contexto inusual?


Así que, visto el resultado, ¿a qué conclusiones podríamos llegar después del experimento?

Si no nos tomamos tiempo para pararnos y escuchar cuando uno de los mejores músicos del mundo está tocando una de las más bellas partituras, ¿cuántas otras cosas extraordinarias nos estamos perdiendo, al no saber apreciarlas?
 
Fuente: Taringa

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